DÍA DE LA BANDERA PARA UN NIÑO

También ecologista. Joaquín Vadillo y su bandera peruana, hecha de material reciclado.



Escribe: José Vadillo Vila.-

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La foto de un niño haciendo flamear una bandera blanquiroja tiene muchas lecturas. Se presta a comentarios de toda índole. Y más en coyunturas como ésta, donde el país se divide en dos y algunos crean fantasmas en los otros y los fantasmas de otros toman cuerpo.

Habrá quienes tildarán como nacionalista, chauvinista, osado, convenido o imbécil, a quien lo haga.

Pero no conozco a los niños internacionalistas, salvo que sean creados por Hollywood y tengan superpoderes. O sean supermillonarios.

El niño que lleva la bandera es mi hijo. Tiene dos años de edad. Y está aprendiendo a ser orgullosamente peruano.

Prepararle una bandera y hacer que la haga flamear alegre no es un gesto aislado si como yo, algunos padres quieren que sus hijos tengan bien puestos los pies en su patria, conociendo y disfrutando su identidad.

¿Es difícil eso de enseñarle la peruanidad a un niño? No, si uno le pone ahínco y deja de verle lo negativo a todo. Hay gente que trabaja –o peruanamente “chambea”- cada día con pasión.

Me enorgullezco y admiro a ellos. Artistas, profesionales, empresarios –pequeños y grandes–, técnicos, intelectuales con sentido de país, amas de casa, policías, analfabetos con saberes, religiosos y agnósticos humanos… En fin, gente apasionada en lo que hace, la cual, pese a míseros reconocimientos y sueldos, siguen construyendo patria cada día.

Claro, la tarea se hace titánica si uno le da demasiada importancia a las pesadumbres y las noticias amarillentas y rojas que alimentan muchos medios de comunicación –también las redes sociales son medios de comunicación-, los políticos, los policías y jueces corruptos, los narcos y las pandillas.

Me parece más sabia la mirada de la gente común, que sigue en su vida, mira adelante a pesar de la violencia de cada día –la de los ladrones comunes y la de los de saco y corbata–, las encuestas, de las elecciones, de los gobiernos nefastos que buscan pasar piola en la desmemoria.

También enseñarle a ser orgulloso peruano es que sepa de historia –la que se escribe con mayúscula y la otra–, que sepa leer, escribir, que sepa el mundo no acaba en internet ni la televisión con cable, que toque el barro para darle forma, que use sus oídos para escuchar más música que las peroratas del oligopolio de la FM “satelital”.

Que un día sepa discutir con argumentos y no sólo dejarse llevar por pasiones e hinche el pecho cuando diga “soy peruano”.

Recién después de todo este camino, cuando su identidad ya esté afianzada podré hablarle y discutiremos sobre los ciudadanos universales, sino, será un alienado más, una cifra más para las estadísticas.

Primero soy peruano, luego universal. La cosa no funciona en sentido contrario, salvo caso de los mercenarios o de Juan sin tierra.

Que Joaquín y otros niños en costa, sierra y selva sigan celebrando toda la semana el Día de la Bandera en su escuelita, que levanten su bandera y la hagan flamear, les agradezco a sus profesoras.

Que sean peruanos orgullosos, no es mucho pedir, es sólo cuestión de trabajar en ello, de sus padres, tú, yo, y todos los peruanos que miramos con optimismo el país.

Nunca es tarde para decir: ¡Feliz 07 de junio! ¡Viva el Perú, carajo!

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