Bolero en 14 de amor
El bolero, en sus distintas vertientes, es, cómo no, el
género más arraigado cuando uno quiere lanzarse en los juegos del amor. (*)
Escribe: José Vadillo Vila
Foto: Carlos Lezama Villantoy
Hombre de Dios y el bolero: Iván Cruz. |
El niño y su hermanita se prestan el celular para jugar,
bien sentaditos en "preferencial". A veces, y sin levantar la cerviz,
corean las canciones de memoria, como si fuesen las canciones del verano 2012
y, en verdad, décadas es lo que sobran a esas melodías. No tiene él más de 9
años y ella, la niña, mucho menos. Cantan con la indiferencia de quien ha
superado todos los tormentos que nos pone Eros en los caminos de la vida. En
cambio la madre es una María Magdalena: llora intensamente cada estrofa de los
boleros que la atraviesan como las flechas envenenadas de (des)amor que le ha
enviado algún Cupido desalmado micrófono en mano.
Afuera del Parque de la
Exposición hay angelitas con alas de a mentira levantándose los suspiros
mientras pasan publicidad para alguna marca interesada en el target del 14 de
febrero; y medio mundo levanta globos con "P.S. I love you" grabado
en letras doradas, como si fuesen los asistentes a un mitin donde se va regalar
besos nada furtivos y los taxistas son de los más felices y oran por San
Valentín porque en fechas como hoy, cobran lo que quieren y se permiten abusar
de ley de la oferta y la demanda.
La primera tesis es que los padres no tuvieron con quién dejar a sus críos para celebrar como Dios manda el Día del Amor. Pero al verlos a niños y jóvenes cantar, uno entiende que el bolero seguirá vivito y coleando, como hace medio siglo.
Otra cosa es dentro del
anfiteatro del Parque, el Primer Festival Mundial del Bolero ha arrancado con
sabor a nostalgia cuando el reloj colgó sus manijas a las siete de la noche. El
público es respetuoso y viste ligero por el verano caliente. La mayoría llevará
décadas con DNI en la mano, tiene el pelo con gel, camisa y las colonias son de
olores clásicos y populares, digamos, porque el bolero se escucha, canta y toca
con las mejores galas bien puestas; pero también hay chiquillos y niños en
"VIP", "preferencial" y "popular" mientras en
escena timbales, congas, guitarra, bajo y órgano bastan y sobran para hacer
catarsis colectiva.
La primera tesis es que los
padres no tuvieron con quién dejar a sus críos para celebrar como Dios manda el
Día del Amor. Pero al verlos a niños y jóvenes cantar, uno entiende que el
bolero seguirá vivito y coleando, como hace medio siglo. Eso, a tanta
insistencia de las radios con programación del recuerdo.
El género ha ganado en vez de perder, y el hoy evangelista del bolero, Iván Cruz, puede darse el lujo de saltar como un Luis Miguel del ayer y jurar al respetable, con Dios como testigo y vestido de terno rojo dos tallas más grandes que él, que nunca más volverá a subirse a un avión...
Pedrito Otiniano interpretando sus "Cinco centavitos". |
El género ha ganado en vez de
perder, y el hoy evangelista del bolero, Iván Cruz, puede darse el lujo de
saltar como un Luis Miguel del ayer y jurar al respetable, con Dios como
testigo y vestido de terno rojo dos tallas más grandes que él, que nunca más
volverá a subirse a un avión porque le duele todo el cuerpo y que sólo cantará
en Lima sus éxitos "Vagabundo soy", "Sírveme otra copa" y
"Por un puñado de oro", entre tantas penas ahogadas en vaso.
O Pedrito Otiniano, con cara de
niño a pesar de sus más de 70 años, aprovecha para decir que el miércoles 15
entra al quirófano y no sabe si saldrá y por ello se manda sus chistes subidos
de tono para, punto seguido, lanzarse con su himno lagrimoso "Cinco
centavitos", con voz bien plantada como de mocoso debutante. Cruz, a pesar
que la mano del Todopoderoso se posa sobre sus hombros hace 12 años, los años
de mala bohemia le han pasado la factura por las cuerdas vocales. Empero, el de
arriba es grande y peruano y el público ovaciona al rey del bolero cantinero.
El público ha venido para escuchar a sus ídolos, ver a los de adentro y a los
de afuera, a Otiniano y Cruz; a Alci Costa de Colombia y Segundo Rosero del
Perú. Porque así, aunque cursi y bolerístico, es el amor y se mejor y sin edad.