Cuando los criollos cantan


Cultores de la Guardia Vieja tomaron por asalto el teatro Segura el último miércoles de 2010, para perpetuar su canto y quebrar la leyenda de que el criollismo ha muerto de soledad. (Publicado el lunes 10 de enero de 2011, en el semanario Variedades, del diario oficial El Peruano)


Escribe: José Vadillo Vila



1. Entonces Víctor Merino, rostro cetrino como galeno que practica cirugía a corazón abierto, delante de medio mundo cerró los ojos y arrimó ese instrumento de fineza y nocturnidad llamado piano. Como buen demócrata, el chalaco buscó con las manos, negras y blancas, y empezó a jaranearse solito con la melodía de "Cariño", vals poético de Manuel Acosta Ojeda, música de aquí a la eternidad.

Lo de Merino fue la segunda estocada de la noche, que viajó directo al corazón de los hinchas de los centros musicales que, ese miércoles 28 de diciembre, día de los inocentes y último miércoles de la década que se fue, se reunieron en el centro de Lima.

Un murmullo se filtraba desde el hall del teatro Segura hasta el jirón Huancavelica, y de ahí avanzaba por el Centro de Lima. Esa noche el corazón de la urbe volvió a teñirse de música urbano-costeña, o criolla a secas. Se decía que quince maestros de la música criolla, recorridos cantores de Barrios Altos, del Rímac, de la rica Vicky, del Callao, se reunían para presentar el álbum Ofrenda Maestra (Kijada records, 2010), con melodías de la Guardia Vieja, para más señas.

Puntuales y apurados antes de la tercera llamada ya los tipos bien al terno buscaban sus butacas, también había los de sport elegante y los de sport a secas, junto a damas. Todos juntos harían buen coro desde los asientos a los cantores. Frente a frente, ocupando palcos contrarios, estaban los maestros Oscar Avilés y Carlos Hayre, guitarristas mayores, leyendas del criollismo. En el escenario apareció Renzo Gil, treinteañero y sabihondo de los goces de la música vernacular costeña. Guitarra en mano, el músico comandaba a sus cinco colegas del sabor, para dar su examen mayor: dirigir y hacerle la camita (musical) para que los cantores del ayer se explayen con las melodías del ayer, sin perder el sabor de siempre. La noche estaba fresca. Era perfecta para las gargantas.

2. No podía dejar de bajar y bendecir la velada Pinglo, caray. Por eso la noche se abrió con una del "Felipe de los pobres". Ahí, Víctor Merino en el piano, y Vicente Gómez, en la trompeta, entregaron en instrumental "Bouquet" y se robaron las primeras palmas.

Uno llega a estos eventos preguntándose si el vals criollo, peruano, había muerto de olvido. Pero ahí Daniel Alejos, hombre de radio, estudioso del criollismo, recordando a la concurrencia que el vals "Grata pasión" es de 1945, que los cantores barrioaltinos Víctor y Rómulo Ramírez, son sobrinos de Teófila "Coco" Ramírez, hija de "La buena Isabel", citada por Pinglo en "De vuelta al barrio". El dúo cumple, se lleva los aplausos del respetable, que colman el teatro. Parece que vuelven otros tiempos, tiempos de radio.

Cuchara, cajón y guitarra, la gente goza, guapean por ahí. Es noche mágica y también de sonidos en desuso que vuelven a la palestra. Renzo Gil invita a Alberto Valdivia, tal vez el último laudista vivo que aún toca en el Perú, Alejos nos contextualiza, y recuerda que antes del bajo electrónico y el cajón, la guitarra hacía la música criolla con bandurria y laúd. Entonces el conjunto y Valdivia regalan "Perjuria", vals de Juan José Araujo. Y Gil hace huelga porque no hay seguidores del laúd, que es casi un deber del señor Valdivia enseñar a nuevas generaciones y que así ese sonido no se extinga.


Puntuales y apurados antes de la tercera llamada ya los tipos bien al terno buscaban sus butacas, también había los de sport elegante y los de sport a secas, junto a damas. Todos juntos harían buen coro desde los asientos a los cantores.


3. Cada cantor es un universo. Don Alfredo Godoy, chalaco por sus cuatro costados, levanta sus enormes manos y saluda al respetable con profesionalismo, mientras Gil y compañía lanzan los primeros acordes de la polca "Lindas noches". Si la historia del criollismo está llena de cantores y músicos miloficios, albañiles, panaderos, canillitas, el señor Godoy fue más allá, le llamaba "La Momia", se ponía una máscara y fue catchascanista que también tenía su debilidad por el canto. Cosas de la vida. "¡Vamos a ver las palmas!", guapea con sus manazas y el respetable le sigue.

Buena polca la de Godoy, con al segunda voz de Gil. La sigue en la posta, otro chalaco, el menudo don Carlos "Pila" Curay. Va a regalar "Volvamos a vivir", un vals de Manuel Cabezas Novoa, caserito del centro musical Tipuani, buen cantor, buena guitarra y "buena botella también", grita alguien por ahí y todos celebran. Y Curay, ya septuagenario, es pura energía, de lejos mejor que tanto chibolo gritón de peñas.

Hay cosas que sacan de cuadro. Vicente Gómez, famoso por sus mariachis, por ser figura en los festivales del recuerdo, aparece y a trompeta limpia, a dúo con la guitarra y acompañado del cajón, entrega una versión de "El Payandé", de 1865, cuando el criollismo estaba en pañales, como mi hijo Joaquín. Palmas sinceras del respetable.

Para recordar que el vals peruano también bebió del vals argentino, sube a la tarima del Segura la única dama invitada, doña Sonia Bertha, conspicua de los centros musicales y entrega el gaucho "Que nadie sepa mi sufrir", alguna vez grabado por el trío Los Kipús, hoy gozante de fama en tiempo de cumbia. Pausa del programa, intermedio, cola para comprar el disco en ciernes.

4. Ya esto parece un concurso de quién mejor canta, nos decimos cuando se inicia el segundo acto, sin lascivia. Se reúnen en el escenario Jorge Figueroa, "el cantor de Lima", Humberto Ibazetta y Jorge Armas, para recordar a Mario Cavagnaro con esa semblanza elegante "Barrio mío, barrio añejo", de 1978, precisan el dato. Trío de gorriones maduros que se lleva el abrazo del público.

El barrioaltino Ibazetta queda con los músicos para regalar "No seas ambiciosa", un vals de los primeros de Augusto Polo Campos, con picardía limeña.

Si decimos que hay intérpretes que tienen hasta doctorados, don Jorge Armas viene para dictar una cátedra sobre don Pablo Casas Padilla. Este "pablocasólogo" nos regala del maestro "Esquina inolvidable". Del centro musical Domingo Giuffra, salta el bajopontino "Yayo" Rodríguez para recordar la Guardia Vieja y nos dice "ojos negros" mientras dos señores maduros, Manuel Cadillo y el piurano Luis Cruz Nuñez, hacen la polca "Aromas de amor".

Don César Oliva otra pieza caleta de Pinglo, "Horas de amor" y Alberto "Chiquito" Rodríguez hace suyo el vals "Flor de María" de "El ciclón" José Paredes.

Claro tampoco en una buena receta de criollismo añejo falta "El Tunante" Abelardo Gamarra y llega "La Oruga" en la voz de "El cantor de Lima". Para ponernos a punto, tras más de dos horas de criollismo, todos vuelven al escenario para cantar como mosqueteros unidos "Lima de antaño", pieza de Laureano Martínez que nos empila otro tanto más, como para seguir cantando a nuestra ciudad otros 479 años más. ¡Viva Lima, carajo!

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