Sérvulo, año 100

Pintura de Sérvulo Gutiérrez. Foto: Archivo del Diario Oficial El Peruano.

Artista iqueño es considerado el referente más importante del expresionismo peruano. Se celebra el centenario de su nacimiento (*)

José Vadillo Vila

1.
Tenía el trazo desvirgado. Enérgico. Agresivo. Desmadejado. Incandescente. Excepcional. Era de los artistas únicos y necesarios para seguir confiando en el arte como vehículo de las emociones humanas. Y cada octubre regresaba a Ica para prenderle el cirio más grande al Señor de Luren. “¡Aquí estoy, cholo!”, se presentaba en la iglesia, ante ese Cristo que tantas veces pintó. Él se llamaba Sérvulo Gutiérrez, y a veces se le escuchaba decir: “Yo soy el príncipe paraquense”. Fue el pintor peruano más genial del siglo XX.

Pintaba con fuego en los pinceles sin horarios. De día, de noche, de madrugada. A veces tiraba el lienzo sobre el suelo; otras, en el caballete. Pedía el Concierto para piano número 5, de Beethoven, y trabajaba en silencio. “Se concentraba de una manera increíble cuando pintaba. Parecía que las cosas las tenía en su mente y que solo las transportaba, porque pintaba rápido”, recuerda Cely (80), la hermana menor del pintor. Luego se iba a tomarse un whisky con los amigos en el Grill del Bolívar, de ahí a almorzar y a seguir vistiendo la bohemia hasta llegar en la noche al Karamanduka, el Zela, el Negro-Negro... Le gustaba el buen pisco que le enviaban sus amigos hacendados desde Ica. Las tertulias eran también gestas para el arte. Es célebre el apunte que hizo en un minuto de Santa Rosa de Lima para el gran periodista Alfonso Tealdo o los rostros que hizo en un bar de la santa limeña. Es lo que cuenta su leyenda tantas veces reproducida, como si fuera un genial beatnik local.

 Pero Sérvulo no fue un pintor maldito: gozó en vida los beneficios del reconocimiento de su arte. Doña Cely Gutiérrez recuerda que su hermano hacía exposiciones en Lima y el mismo día de la inauguración ya estaban vendidos todos los cuadros. En aquellos años de gloria, a mediados del siglo pasado, sus trabajos podían llegar a costar hasta 40,000 nuevos soles, todo un dineral que le permitía tener un ritmo de vida bastante agitado.

2.
La biografía de Sérvulo está salpicada de mil oficios y de arte, que compartió con sus numerosos hermanos (algunos dicen que fueron 16; otros, 10) que fueron artesanos copistas, restauradores, pintores también.

De niño fue mozo en el restaurante de su padre, luego, jovencísimo, peón en la construcción de la carretera Pisco-Castrovirreyna. Fue boxeador amateur que llegó a finalista del Sudamericano realizado en Córdoba, Argentina, en los años treintas. Fue un buen fabricante de huacos (su leyenda dice que en 1952 se supo que él era el autor de una pieza que se exhibía como reliquia en la Colección Norbert Mayrock). También fue poeta y escultor. 
 
Retrato de Sérvulo Gutiérrez. Foto: Archivo Histórico Diario Oficial El Peruano.

3.
De las mujeres guapas que amó este iqueño de frente amplia quedan los retratos y los dibujos. Indudable es la pasión y admiración que sentía por Doris Gibson (1910-2008), mujer inteligente y de temperamento fuerte. Con la fundadora de la revista Caretas tuvo un sonado romance a mediados de los cuarentas. Por entonces, Sérvulo comenzaba a levantarse como una figura importante de la plástica nacional. “Se enamoraron los dos y Sérvulo pintó bastante en esa época, con muy buenos cuadros”, rememora Cely.

Están también las argentinas Claudine Fitte y Zulema Palomieri –madre de su única hija, Lucy–; o Hilda Sheulte, su última pareja. Los Andes (1943), uno de los puntos más altos de su plástica, muestra una mujer que se tapa el rostro, quizá avergonzada por su desnudez. Ahí sobresale la influencia del indigenismo, que también tomó y la hizo a su manera. 

A la par, llevó siempre en su paleta de colores la fe popular católica y el paisaje de Ica, que bañó de pantanos, lagunas, desiertos y huarangos sus lienzos. Porque sobre todo Sérvulo ejerció la pintura como un sacerdocio. Algo que traslucían sus trabajos y, por ello, Sebastián Salazar Bondy lo definió como “un pintor de pasión”. Y ya sabemos que la pasión es territorio donde solo moran algunos mortales.

4.
La pulsación pictórica de Sérvulo nació autodidacta, intuitiva y vital. La crítica lo considerará en su mejor momento entre 1945 y 1957. Para algunos el pintor argentino Emilio Pettorutti (1892-1971) fue la principal influencia en su pintura, que conoció de diversas etapas.

A la sombra de Pettorutti, trabajó en Buenos Aires su primera etapa pictórica. El historiador del arte Alfonso Castrillón, la calificó como una pintura que ofrece “equilibrio, tonos pastel, retratos trabajados a la manera italiana y, parece mentira, a la manera florentina: limpia, pulcra, de color extendido”.

Luego viajó a París, en 1938. Otros precisan que en el Viejo Mundo comenzó a transitar por nuevos caminos, estudiando libremente pintura y escultura, como el cubismo, y se dio con el expresionismo, al que le dio un toque único con sus colores, con sus trazos.

“No estaba de acuerdo Sérvulo con las teorías de la forma y el color; afirmaba que el color es la forma y así lo demuestra su estética en el diálogo apasionante de sus verdes encendidos –recuerdo ahora a Chagall–, de sus azules profundos –se me aparece el fantasma de Fra Angélico–, de sus rojos que son como el primer amanecer del Génesis”, escribió César Miró en un perfil, publicado en 1981.

Este pintor, que tomó distancia de la academia a la hora de crear, murió demasiado joven, a los 47 años. Dicen que la bohemia se la cobró a través de una “afección hepática” en 1961. No estaba en sus años de gloria de derroche y lujo. Falleció en una clínica limeña y fue velado en el local de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), luego pasearon sus restos por el jirón de la Unión y en el cementerio El Ángel la poeta Catalina Recavarren recitó un bello poema.

El presidente de la Asociación Cultural Sérvulo Gutiérrez, Max Gutiérrez, tiene aún el nombre de todos aquellos que asistieron al entierro de este genio de la plástica. El sueño que tienen es llevar los restos de Sérvulo a Ica, tierra con cuyos colores se eternizó. Y donde estará más cerca de su “cholo”, el Señor de Luren.

Datos
Homenaje a Sérvulo Gutiérrez 1914-2014. Tributo con Ernesto Ráez, Delfina Paredes y el crítico Jorge Villacorta. Galería Germán Krüger Espantoso (Av. Angamos Oeste 120). Hora: 19:30 horas. Ingreso libre.

El 20 de febrero se realizará, en la ciudad de Ica, una actividad recordando el centenario de Sérvulo.


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