Mundo de historieta

Política, humor, historia y, sobre todo, pasión por educar a los niños es lo que ha definido los 46 años de trayectoria de Juan Acevedo.

Escribe: José Vadillo Vila 
jvadillo@editoraperu.com.pe


1.

En una esquina se recuesta una tabla de Sarhua singular: no contiene escenas domésticas del sur ayacuchano. Están el Cuy, la Araña No, el perro Umberto, un conglomerado de los de Love Story (historieta política publicada entre 1980 y 2013) y otros personajes juanacevedianos. Un Cuy pensativo e impúdico –si cabe ese gesto peruanista– y pura fibra de vidrio, del tamaño de un ronsoco, sonríe con las orejas atentas desde otra esquina del paralelepípedo.

El primero es un singular ‘diploma’ de unos seguidores ayacuchanos de Juan Acevedo; el segundo fue elaborado en resina por el artista Alonso Núñez. Libros, empastes, donde (con)viven originales, bocetos y dibujos se despanzurran por la amplia mesa de centro.

Juan Acevedo (Lima, 1949) impone el caos “para encontrar el orden” de la exposición Mundo Cuy. ¿Qué siente al ver la retrospectiva de su obra? –Es una sensación novedosa cuando uno va pasando las páginas y pasan años de trabajo, procesos, entregas, circunstancias en las que tuviste una tensión por defender algo; o personas por las que pudiste jugarte.

Al historietista le sorprende el sentido de la fugacidad. Cómo muchos de los protagonistas de Love Story se esfumaron de la vida sociopolítica del país. Estos políticos, fiscales, jueces y un etcétera de hombres de coyunturas caricaturizados. Y al presente ha llegado solo un puñado. El resto es polvo del olvido mediático.

2.

Los historietistas sintetizan el país a lápiz. Olfatean la realidad para que las neuronas hagan sinapsis en jolgorio y así duela menos la coyuntura. Juan abre y cierra sus empastes, sus libros. Lo vivido, lo trabajado.

–De algunas cosas te alegras de haber acertado, de cómo pudiste golpear a alguien cuando debiste hacerlo y cómo la gente celebró. Es una vanidad leve. En otras, te sientes parte de los testigos, donde a ti te toca dibujar.

3.

La principal sensación que le dejan estos 46 años de trayectoria entintada, creando historietas, caricaturas y viñetas de humor gráfico, publicadas en los principales diarios y revistas del país, es que ha sido un privilegiado. “Me tocó acertar desde temprano. A otras personas les puede haber tocado después y tienen el coraje de hacerlo. Al final son caminos, y todo se suma”.

Todo suma. Estudió Letras en la Católica, pensando que sería abogado, renegando después del tiempo perdido entre leyes y códigos. Pero alguien le hizo ver que con las historietas defendía los derechos humanos. Luego vinieron “años espectaculares de dicha”: estudiaba Historia del Arte en San Marcos y corría por las chacras de Pando para estudiar Artes Plásticas en la Católica. “Vivía estudiando, desde temprano hasta la noche”.

En una de las paredes está el retrato de su tatarabuelo materno, Simón Gregorio Fernández de Paredes, y en otra, su cuarto abuelo José Gregorio Fernández de Paredes, creador del Escudo Nacional.

Juan creó su Cuy inspirado en ese roedor andino que conoció de niño cuando todas las vacaciones de primaria dejaba Lima y se iba al pueblo de sus abuelos paternos, en Otuzco, La Libertad. Más que limeño, Acevedo se considera “un distritano”, que vivió por medio siglo en Pueblo Libre, con la collera del barrio. Luego se mudó a Miraflores y aquí estamos.

Otra cosa que le fascina a este autor es “administrar” su soledad porque era el niño solitario y también el mocosito líder de la collera. Cuando tenía 7 años se sorprendió que otros niños le pidieran que les dibuje.

–Yo no me había dado cuenta de que no todos sabemos dibujar. Años después creé un curso para hacer historietas, es una apuesta de fe porque creo que todos podemos dibujar, tan igual como comer o caminar.

4.

Juan es un trabajador diurno. Su emblemático Cuy (cuyo primer episodio publicó a fines de 1979), por ejemplo, es “una tira cómica coyuntural”, crítica social pura. Pocas historietas surgieron bajo las estrellas, las más íntimas como Pobre diablo.

Si bien los personajes de Love Story cantan como una necesidad de ver más lírica y menos pedestre la realidad nacional, Juan no necesita casi de música al momento de trabajar. Pero toma desayuno con Sui Generis en el equipo de sonido, resuelve la media mañana bajo el piano de Bebo Valdés, o seguirle el ritmo a la música de su generación, Los Beatles, La Fania y la música criolla.

Yo soy un ‘tradigital’, mezclo lo tradicional con lo digital, trabajo con pluma y tinta sobre mi cartulina. Luego lo paso a la computadora.

Le molesta el deterioro de los materiales porque es un tema que le atañe y los hijos del ciberespacio no comprenderían. Sus historietas crecieron en gruesas cartulinas Canson y plumas Guillot. Hoy las plumas casi han desaparecido del mundo, y con ellas va extinguiéndose una forma de trabajo a mano alzada. Eso sí, aún queda la calidad en las tintas, me dice, la Pelican o la Winsor & Newton.

Son angustias justificables porque a Acevedo le puede tomar una jornada de seis horas dar a luz una página de historieta, desde el guion hasta dibujarlas en cartulinas para que luego un asistente haga el pintado. Porque Juan crea, traza, pero dice que sus asistentes son los fantásticos que pintan y todavía, como todo old fashion, no le gusta esos colores planos que dan los softwares.

5.

¿Y cuál es tu tipo de historietas favorita? ¿La política?

Me atrae la política, pero me gusta ocuparme de los diversos temas de la vida. En estos 46 años de trabajo, he luchado para abrir esos espacios porque la historieta puede ser también educativa, científica, moral, personal, policial, deportiva. La historieta es todo.

Sin embargo, hay un tema en ese universo que es lo principal: “Me interesa mucho el tema de los niños. Me gusta conectarme con esa etapa de la vida, la niñez y la adolescencia, para trabajar. Me hace muy feliz hacer felices a los niños”.

Ahí fulgura La historia de Iberoamérica desde los niños, un trabajo complejo y rico de cuatro tomos. En 1994, Acevedo ilustró la Convención de los Derechos del Niño para toda América Latina y le surgió la idea de crear una historia que explicara cómo se trataban a los niños y cuál era su relación con los adultos desde hace 40,000 años en las distintas culturas precolombinas; y cómo no, a los niños españoles que llegaron durante la Conquista. Inició el trabajo en 1999 y presentó los cuatro tomos a la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) en Madrid, en 2004.

¿Y el Perú?

Nuestro país está lleno de historia y de historias. Tiene una historia interesante, que no ha acabado. No somos un país que puede decir, “somos de esta forma”. Estamos en un proceso por definirnos. Tenemos raíces muy antiguas, la indígena, la occidental y la negra, pero lo que va a surgir de eso está haciéndose.

(*) Publicado el martes 8 de setiembre de 2015 en el Diario Oficial El Peruano. Diseño: Julio Rivadeneyra. http://www.elperuano.pe/Edicion/noticia-mundo-historieta-32650.aspx#.Ve7oQvl_Oko

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