La risa callejera
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Foto: Héctor Vinces/diario oficial El Peruano. |
Decir cómico ambulante se convirtió, desde la década de los noventas, no
en sinónimo de un oficio humilde, sino una palabra desprestigiada por el
gobierno de turno. Hoy, los cómicos que trabajan en el Centro de Lima quieren
mostrar las otras aristas que han desarrollado como parte de su
trabajo. (*)
ESCRIBE: JOSÉ
VADILLO VILA
FIDELIDAD CON EL ESTILO
Una combi se ha instalado en la Plazuela de las Artes. Es la noche del
martes 22 y el mundo al revés se corporiza al costadito, nomás, del Teatro
Municipal de Lima: El vehículo de transporte público, popularizado en los
noventas, avanza y un policía lo detiene por acelerar en semáforo en verde; la
pasajera advierte al niño que lleva en brazos que debe decir que tiene cuatro
años de edad para no pagar pasaje; el cobrador tima al inmigrante andino recién
llegadito para que pague el cuádruple del pasaje normal. ¡Hasta un ciego sale
viendo mejor que cualquiera! Y el respetable, ríe, cómo no. Música cumbia para
no descontextualizar.
La improvisación, la jerga, el giro exagerado, la finta de la palabra
pícara sin chamuscarse antes de llegar al oído del público, la parodia sobre la
realidad nacional a partir de las portadas que se leen en los quioscos, son la
esencia del trabajo de estos artistas quienes en el espectáculo "Cómicos
ambulantes: de la calle a la plazuela" también hacen llegar sus críticas sobre
el sistema judicial, los comerciantes de La Parada y el fútbol peruano, cómo
no.
"He querido ser lo más fiel a lo que ellos son", explica Christian Ysla,
director de la puesta.
Eso sí, se ha evitado las lisuras en el escenario, hasta
minimizarlas a no más de cinco. Hace un año y medio, el esmirriado actor aceptó
dirigir un taller con 22 de estos comediantes. Cuenta que venció sus propios
prejuicios, que se enfrentaría a unos actores que tenían como único vehículo de
expresión la lisura, la mariconada, el chiste fácil. Luego entendió el real
reto: trabajaría con gente que lleva más de 30 años trabajando diariamente con
el público en la calle, con un bagaje impresionante, muchas
veces.
Agrupados en dos asociaciones -una de los cómicos que trabajan en el
Parque Universitario y, otra, de los de la Alameda Chabuca
Granda -, los artistas no sólo pagaban, dos veces por semana, un
alquiler de 50 nuevos soles por un espacio al fondo del Bulevar de la Cultura,
en el jirón Quilca, donde recibían el taller de Ysla, que les ofrecía la
Gerencia de Cultura de la Municipalidad de Lima. Sino que impusieron multas a
todo aquel que faltara y, de paso, les quitaban el derecho a presentarse al día
siguiente en los escenarios donde ganan su diario. "Esa organización no la tiene
ningún artista. Hay muchos prejuicios sobre los cómicos ambulantes", dice Ysla,
quien al anunciar el montaje del martes en la Plazuela de las Artes, vio todo lo
que generaba la sola mención de estos artistas
callejeros.
¿LA CRUEL
TELEVISIÓN ?
A
finales de la década de los noventa, la televisión de señal abierta llegó a sus
niveles más bajos de producción y algunos especialistas la apellidaron basura.
Los cómicos ambulantes fueron señalados como parte de ese menú, como el triunfo
de lo digitado desde el Servicio de Inteligencia Nacional de Vladimiro
Montesinos. Y ellos no han tenido tribunas para
defenderse.
"Cotito", Roger Sandoval Pérez, habla sin cólera ni pena. Empezó a
trabajar como cómico ambulante a los 15 y ahora tiene 51. Estuvo en el Show
de los Cómicos Ambulantes. "Muchos nos quieren, otros nos odian. Pero
nosotros no teníamos nada que ver. Para nosotros fue una alegría estar en
la televisión.
Nos dijeron que hagamos lo que hacíamos en la calle pero no muy
subido de todo. Luego apareció otro programa cómico, Los Ambulantes de la
Risa, ellos sí que se mandaban feo".
Y
"Cotito" dice que los cómicos no llegaron por generación espontánea a la
televisión de fines de los noventas. Primero el Ronco Gómez les abrió las
puertas de la caja boba, luego Augusto Ferrando con su Trampolín a la Fama, de
ahí saltaron a los talkshows y fue un productor quien los vio y les propuso
hacer el espacio que duró alrededor de dos años. Hoy, ellos mismos, en sus
espectáculos venden también los devedés de esos tiempos. Y en el youtube también
sus seguidores han puesto sus mejores skechts. Algunos, como "Cotito", hicieron
el crossover y trabajaron en otros programas cómicos de humor más
fino.
Hoy, algunas de las figuras que surgieron como cómicos ambulantes se
mantienen en la
televisión. Es el caso de Walter "Cachito" Ramírez, Kike Suero
o el propio Manolo Rojas, que cada fin de año se acuerdan de sus compañeros de
arte y aportan para sus canastas navideñas.
Para Christian Ysla uno de los graves problemas que sucedió es que los
cómicos ambulantes "tenían 30 rollos, 30 chistes, y lo que debió durar un mes,
(los productores) lo hicieron para más de un año. Por eso hubo tantos excesos:
se les exigió cosas, ellos debían trabajar y no podían decir que no", dice el
director, quien con año y medio de trabajo con ellos sabe que hay muchísimos
números geniales, "que no necesariamente son sexistas o
machistas".
El director dice que lo malo de los cómicos ambulantes es que muchos de
ellos llevan años sin renovar sus números, no han tomado más riesgos o se han
autoevaluado. O que la lisura no debe de ser gratuita, sino tener un porqué. De
esas cosas han hablado en el prolongado taller.
La improvisación, la jerga, el giro exagerado, la finta de la palabra pícara sin chamuscarse antes de llegar al oído del público, la parodia sobre la realidad nacional a partir de las portadas que se leen en los quioscos, son la esencia del trabajo de estos artistas...
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La "Chola Cachucha" en el Parque Universitario. Foto: Vidal Tarqui /diario oficial El Peruano. |
FORMA DE TRABAJO
La lisura despierta a las masas. "A veces si no metes un ajo, algo
picante, la gente dice que está aburrido", me dice "Cotito". Una de las
cualidades de quien trabaja en la calle es la de ser medio sicólogo, tiene que
tener mucha creatividad y olfato para armar un coro y que la gente no te
deje.
"Cotito" trabaja en la Alameda Chabuca
Granda , donde están, sobre todo, aquellos que han trabajado en
la televisión.
Jura que ahora trabajan más tranquilos que en los tiempos de
Castañeda, que se les ha aumentado de shows los fines de semana a todos los
días. "Acá trabajamos tranquilos, no tenemos la tensión de la
televisión".
Economía compartida, trabajan todos por turnos. Cada uno trabaja por dos
horas en estos espacios; "manguea" (pide colaboración) y pasa la merca (vende
golosinas). A veces les salen contratos para viajar a provincias o trabajar en
las carpas de los circos que todo el año se presentan en la gran Lima , a porcentaje
con los cirqueros. "Sí se puede vivir dignamente, gotea pero no chorrea", cuenta
"Cotito".
"La gente generaliza y cree que todos somos vulgares, mujeriegos. Como
"Tripita" (Juan
Castellanos Rojas, falleció de cáncer y en extrema pobreza)
murió en nada piensa que todos somos iguales. Lo importante también es
aprovechar mientras uno pueda, mientras se es joven. En ese sentido entiendo el
arte", dice "Cachucha". Su madre aceptó a regañadientes su amor por el arte pero
sólo le pidió que no se vaya por otro camino. Armando acepta que en la calle los
cómicos ambulantes encuentran todas las tentaciones pero depende de la formación
de cada uno para salir adelante.
Roger Sandoval, "Cotito", cree que se ha sobredimensionado lo de las
groserías en ellos. Las usan, sí, pero cuando ve una película peruana o va al
teatro, también encuentra que los personajes dicen groserías y la gente se ríe.
Paradojas del arte.
Para Christian Ysla los cómicos ambulantes no son nada más que una
proyección de los que fue Comedia del Arte, el teatro callejero con sus
personajes típicos. Igual también estos cómicos tienen sus personajes
arquetipos: el cholo con rollos sus propios "rollos" que repiten. En la Comedia
del Arte tampoco había mujeres y los hombres hacían de ellas. "Hay muchos nexos
naturales que se van dando, con humor muy grotesco, la improvisación", comenta.
Y está convencido que lo que les faltó a los cómicos ambulantes en su paso por
la televisión fueron buenos guionistas, que son el primer motor que mueven los
éxitos televisivos y del teatro (dramaturgos). Ysla lanza la piedra. ¿Algún
productor se anima al reto de darle vida digna a los cómicos ambulantes, con
todas sus características originarias, en la pantalla chica? Sería una digna
revancha.
(*) Publicado el viernes 25 de enero de 2013, en el semanario Variedades del diario oficial El Peruano.