Río sabroso
Otras formas de divertirse en el verano. En Lima Norte, la naturaleza ofrece espacios para los veraneantes que no tienen muchos recursos económicos. Hablamos de las aguas del
Chillón, que en el caserío de
Cochicorral, dibujan una amplia
playa. (*)
José Vadillo Vila
FOTOS: VIDAL TARQUI
Sabia y responsable,
la joven señora da el pecho a su niño porque sabe eso que la leche contiene
nutrientes esenciales para el desarrollo humano. Y hasta el Minsa le pondría en
la frente una "carita feliz" a la doña.
Pero verano al fin y
al cabo, la buena mamá se ríe porque da de lactar a su mocosito sin
desaprovechar un minuto: Ambos se refrescan en las aguas del río Chillón, que
hasta parece una escena digna de una película que Federico Fellini olvidó rodar
tras La Dolce Vita.
A pocos metros,
otros aprovechan pequeñas construcciones de cemento para lanzarse un clavado, o
se refrescan como si esas cataratitas de agua fueran duchas españolas del mejor
hotel, pero a costo cero.
Y los niños,
supervisados por sus padres, primos y hermanos, aprovechan para aprender a nadar
en estas aguas mansas del Chillón, de donde también las chelas salen bien
"helenas", después de sumergirse, calmando la sed de los bañistas.
Los heladeros, con
su fino olfato marquetero están desde las diez de la mañana observando la
escena, haciendo sonar sus bocinas, de rato en rato, mientras los chibolitos
gritan y a veces piden, pa, un helado, pe. Y la cumbia alegra los corazones
desde los reproductores MP3 con entrada USB, como dicta la posmodernidad.
Entonces el
olorcillo de la parrilla se levanta entre la arena y toda la geografía propia de
los ríos estacionales de la costa nuestra, junto a ropa y toallas puestas a
secar.
Chicos y grandes se
reúnen, la doña saca despacito la teta de la boca de su crío, y se sientan
envueltos en toallas, alrededor de la mesa improvisada.
Sacan otros sus taupers con "arroz con pollo" y "arroz
chaufa", sus cubiertos descartables, su chicha morada en envase de gaseosa de
tres litros, y buen provecho, que ya es hora de almorzar para volver meterse una
zambullida más y de ahí de vuelta a casa, felices y contentos.
***
Cada fin de semana,
estas escenas se reproducen en el caserío de Cochicorral, distrito de
Carabayllo, donde el cauce del río Chillón dibuja unas playas que sábados,
domingos y feriados se convierten en un point natural y ecologista de la pujante
Lima Norte.
Aquí llegan, se
sinceran algunos, aquellos para quienes les resulta muy caro, primo, movilizarse
con toda la prole hasta las cercanas playas de Ventanilla o Ancón.
También se meten en
sus aguas los que nunca han conjugado bien con eso de que arena quemante y agua
salada es el más rico de la vida.
En el fondo, estos
ciudadanos que llegan hasta Cochicorral tienen las raíces serranas como la
mayoría de limeños y el río es más nostálgico y cercano que el ancho y ampuloso
mar.
Al fotógrafo Vidal
Tarqui, por ejemplo, venir al Chillón le ha recordado su niñez cuando se
zambullían en las aguas frías del río que bendecía su pueblo, allá, en la
provincia ayacuchana Víctor Fajardo. Y por eso para registrar mejor este momento
Kodak, ha traído sus sandalias, short y toalla, y cumplir mejor sus labores
periodísticas.