Guillermo Arriaga: “Soy un narrador puro”



Para el novelista, guionista y cineasta mexicano, creador de 21 gramos, Amores perros y Babel, “es injusto caracterizas a México como el país de la violencia”.  (*)


Texto y foto: José Vadillo Vila



Separan a El búfalo de la noche y El Salvaje, 16 años. Un silencio que se calificaría como “suicidio literario”. La primera pregunta se bifurca. Sale larga como lamento de bisonte herido, ¿por qué esperó tanto tiempo para publicar?, ¿por qué es tan voluminoso este retorno, si sus obras tenían el privilegio de lo corto?

-En su intrínseco, cada obra pide una extensión distinta.

Se demoró cinco años y medio en escribir las 693 páginas de El Salvaje. Portada roja. Un lobo que proyecta la sombra de un hombre. Para Arriaga “uno tiene que escribir lo que tiene que escribir. Y la extensión es la que tenga que ser”.

Salvaje retorno

En España, la edición se agotó en una semana. En México se anuncia la cuarta reimpresión. El manuscrito de El Salvaje se “subastó” en la Feria de Libro de Frankfurt y será traducirlo a 10 idiomas, incluido el chino. “Se viene un gran tour de El Salvaje”, augura. Su agente calcula que la novela se traducirá a más de 25 idiomas, superando los 20 idiomas en que se conocían sus anteriores publicaciones, tres novelas y un libro de cuentos.

Esto rebaza las expectativas del niño que soñaba con ser reconocido por sus historias. Se decía, “el día que me traduzcan al italiano, ya la hice”. Checo, griego, rumano, ruso, farsi, sueco, danés. En Brasil, sus libros son parte de la currícula para la educación secundaria. Han llegado ofertas para traducirlo en mongol y finlandés.

Volver a la novela

Guillermo Arriaga llegó por vez primera al Perú gracias a la Feria Internacional del Libro de Lima. Da vueltas al líquido de la tasa con la calma de quien ha visto el filo del acantilado en día de tempestad y ha vuelto para contarla con calma de monje budista.

-¿Ha sido difícil volver a la novela?
-No. Ha sido muy placentero. Ha sido una alegría. La extrañaba mucho. Ahora ya estoy extrañando las películas.

El impacto bestial

Porque Arriaga es famoso por el séptimo arte y a eso se dedicó los 16 años que estuvo ausente de las letras. Es guionista de Amores perros, película referencial y fetiche, que puso a hablar nuevamente de México a América Latina. La trilogía la cerró con dos películas, 21 gramos y Babel, dirigidas todas por Alejandro Gonzáles Iñárritu. Luego escribió el guión de Lostres entierros de Melquiades Estrada, dirigida por Tommy Lee Jones, y debutó como director con The Burning Plain, con Charlize Theron y Kim Basinger…

-Para mí, escribir cine es un privilegio. Me divierto muchísimo.  El impacto que tiene una película es bestial; un día ven tantos espectadores como lectores va a tener un libro tuyo en la vida, ¿no? Pero no tiene que ver con que prefiera uno sobre el otro. Simplemente me da gusto volver a la novela. El libro te comunica de manera distinta; entablas un diálogo con el otro.

-¿La intimidad es mayor?
-Creo que la reflexión es mayor. Un libro de esta extensión te permite que te detengas, avances. Va y viene ese diálogo. Las películas son dos horas muy concentradas, el libro tú lo puedes leer, releer, subrayar.



(Intermedio)
El Salvaje demandó cinco años y medio de trabajo de doce horas diarias, que a veces se extendían a 18. Para volver a la escritura novelística, Arriaga dejó de lado los proyectos de largometrajes y solo filmó cortos “que no me quitaban demasiado tiempo”. Así participó en Rio, Eu Te Amo. Una de las dos películas que produjo en ese momento, Desde allá, ganó el León de Oro en Venecia. La otra se llama Words with gods, Hablar con dioses, y aún espera estreno.

-Reuní a ocho de los mejores directores del mundo y su servidor, para hablar de la religión de la que eran culturalmente cercanas. La música la hizo Peter Gabriel y le pedí a Mario Vargas Llosa que me ayudara a ordenar los cortos. Creo que era un proyecto muy importante. 

Arriaga quería hablar “de los temas que no se acostumbran a hablar en la mesa: religión, política, sexo y drogas. Siempre te dicen que no hables de eso, porque habrá pleito en la mesa”. La primera es de religión, pero tienen que venderla primero. El tema es que es demasiado espinoso y no cualquier distribuidor quiere arriesgarse”.


Yo fui muy marcado por el barrio en el que crecí. Es el barrio de El Salvaje, de Retorno 201, de Amores Perros. Esas historias las he tenido en mi cabeza desde muy niño. A veces te tira años poder madurar en tu cabeza la forma en que quieres contar la historia.

La marca de Amores

El guión de Amores perros (2000) es ubicuo en las librerías de Latinoamérica. 21 gramos, fue publicada en inglés. En “algún momento” dice que publicará todos sus guiones.

-¿Te incomoda que aún te relacionen con Amores perros?
-De ninguna manera. Estoy muy orgulloso y muy agradecido con Amores perros. ¡Cómo voy a negar una obra mía!

Como todo autor, hay temas que vuelven en su obra. El universo juvenil, la muerte, la violencia, el drama, están presentes en sus ficciones.

-Los temas no los escojo con conciencia. Yo fui muy marcado por el barrio en el que crecí. Es el barrio de El Salvaje, de Retorno 201 (su libro de cuentos), es de Amores Perros. Esas historias las he tenido en mi cabeza desde muy niño. Son historias que se van madurando. García Márquez tenía toda la razón cuando dijo que se demoró 30 años escribir Cien años de soledad. A veces te tira años poder madurar en tu cabeza la forma en que quieres contar la historia.


Unidad Modelo

Le digo que son hermosos los techos rojos de su barrio, la Unidad Modelo, en el Distrito Federal de México; su mundo de azoteas, tanques de agua y gas, tendederos, que comparte también “Juan Guillermo”, personaje principal de El Salvaje. Pero me dice que ese impermeabilizante es reciente. Los techos de su niñez eran grises, de cemento y sin impermeabilizar.

También como su personaje, Arriaga estudió Secretario Bilingüe en la escuela técnica. Sabe escribir hasta 90 palabras por minuto. Donde demora es en la etapa de corrección. “Es lo que mata”.

Su método de trabajo incluye dar su obra a un grupo de amigos, ellos lo leen. Le dan sus comentarios, que le ayudan a corregir. También cogía libros de su biblioteca, y decía, vamos a hablar de tal cosa. 

Algunos de sus amigos de niñez siguen viviendo en la Unidad Modelo. Él a menudo lleva periodistas y amigos para que comprendan mejor su obra. “Es como mi propio Macondo”, bromea.

-¿Vamos a esperar mucho para una nueva novela?
-Espero poder tener una novela en los próximos tres años, una película en los próximos tres años, y otras cosas que vienen en el teatro, en la televisión. El ritmo se me viene encima.

Lo que le gustaría es ir combinando sus facetas de novelista y cineasta.

-¿Más allá de los lenguajes, quién es Guillermo Arriaga?
-Yo soy un contador de historias. Me defino como un narrador puro. No soy un escritor preocupado por explorar el lenguaje, estoy preocupado por contar una historia lo mejor posible, con el lenguaje más preciso, limpio y elegante posible. 


Es injusto caracterizar a México como el país de la violencia. En Mérida, Yucatán, te puedes pasear y no pasará nada. Yo he cazado en una de las más zonas del narco, en la frontera. Alguna vez llevé hasta a mi hijo a esas zonas. 

(Intermedio 2)
Regresa “de vez en cuando” a Faulkner, Shakespeare, Rulfo, Martín Luis Guzmán, Vargas Llosa, García Márquez. Hace poco releyó dos libros que le parecen fundamentales en la literatura latinoamericana, La casa verde y Cien años de soledad.

Pero durante el proceso de escritura, prefiere no leer “para no estar influenciado”. “No quiero que nadie me influya. Me convertí en un analfabeto funcional”. Lo intocable, en su caso, es la cacería.

-Si me dieran la opción, desearía escribir novelas en un rancho en la frontera de México con Texas, cazando todos los días.

-¿No le temes al clima de violencia con el que se ha vendido esa frontera de tu país?
-Es injusto caracterizar a México como el país de la violencia. Hay áreas de México donde no hay la menor violencia. En Mérida, Yucatán, te puedes pasear y no pasará nada. Yo he cazado en una de las más zonas del narco, en la frontera. Alguna vez llevé hasta a mi hijo a esas zonas. Ya la cosa se arregló en esa zona, por cierto.

-Más allá del tema político, ¿qué otro efecto tendrá el muro propuesto por Trump?
-Va a joder la fauna. Hay lo que llaman genetic pool: los osos negros necesitan ir a cruzarse con osos del otro lado porque si no se degenera su bagaje genético. El jaguar, que casi está al borde de la extinción en la frontera, necesita migrar. Los pavos silvestres, los venados… es bastante complejo en términos de ecología.

-En tus novelas hay crítica a la corrupción, pero es un tema más, como la sexualidad o la muerte.
-Pensar que un escritor tiene que hablar de política y de violencia y los problemas de América Latina, es automutilarlo. El autor tiene un compromiso con la historia que cuenta, que le es propia. Si se trasluce la corrupción, es por eso, yo no quería hacer una denuncia, sino lo que a mí me tocó ver y lo puse ahí. Escribir del amor que los duendes traen al mundo es tan válido como escribir de las muertes que trajo Sendero Luminoso en el Perú. Pero se tiene que sentir que es algo que el autor necesita contar. Lo panfletario es algo que la literatura no soporta, tampoco el ánimo comercial.

-¿Se puede hacer una película que venda mucho?
-Tampoco. Ve la cantidad de fracasos que tiene Hollywood, que les cuestan 200 millones de dólares.

-Sin embargo, tus historias, que son tan humanas, gustaron a millones.
-Fue contar una historia que para mí era importante, era mi perro (Amores perros). Luego algunos críticos literarios o cinematográficos creen que uno escribe a voluntad. Y la ficción tiene mucho de inconsciente, que no está en las manos del escritor.

-Lo políticamente correcto ha invadido todo. No se puede hablar de la sensualidad de los niños o los sobrenombres de los adolescentes. 
-Es verdaderamente patético. El “bulear” establece las jerarquías, punto. Eras “buleado” y “buleabas”. Ahora vivimos, en las clases medias altas y altas, demasiado sobreprotegidas. En los colegios americanos y en las universidades, no leen cosas que les confronten. Si vas a la universidad, si lees un libro, que te lastime. Una de las cargas que no puede soportar la literatura es lo políticamente correcto.

* (Lea la versión publicada en El Peruano el domingo 6 de agosto de 2017: https://goo.gl/15tDCv)

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