El universo Chávez



De su arte se puede decir algo que es raro: que siendo, de exposición en exposición, más congruente y leal consigo mismo, ha sido también, cada día, más original y más profundo. (Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010)


Escribe:

José Vadillo Vila


Hay un reencuentro de Gerardo Chávez con los heterónimos que lo habitaron en décadas anteriores. Distintas etapas y actitudes a la hora de tomar el pincel frente al lienzo. Alegórico y fabulador, creador de universos de tierra y monstruos híbridos; caballos, carruseles; al óleo, al acrílico, al barro. De eso trata Chávez80.

“Yo no creo tanto en mi memoria, como en la memoria de mi piel”, explica el artista, con su voz grave, jovial. “Siento que muto permanentemente”.

En su pincel habitan quimeras, el agua es abrevadero en metamorfosis, las mitologías vienen del futuro. Ejes y tejes de un gran exponentes del arte contemporáneo peruano.

Mirarse

Los lienzos se diseminan en cuatro pisos del Museo de la Nación. De algunas etapas perdió memoria. “Cuando reveo mis obras, me pregunto si fui el que las hizo”, dice.

El 16 de noviembre se calzará las ocho décadas. Por ello, la razón de Chávez80, la gran retrospectiva de su trabajo.

En 1980 se convirtió en el primer pintor nacional vivo en hacer retrospectivas. Le criticaron. Pero le permitió saber lo que no debía volver a hacer.



La década del barro

Vigoroso, su siguiente proyecto será una “buena selección” de lo que trabaja en barro. “Hoy no pinto, juego con la pintura”, dice. Porque hace 10 años, en México, resolvió no pintar más como trabajo, sino para jugar y divertirse. Entonces empezó a mancharse con barro, dejó que los colores terrosos lo habiten. De eso hablan los cuadros de gran formato del primer piso de Chávez80.

En su mirada, cuenta sobre todo el amor. “Me ocupé mucho del amor y me enseñó. Se sufre mucho, pero es riquísimo para el aprendizaje del artista”.

Sobre el pasado, dice: “Lo recorrido es una vivencia que me permite continuar en la recta final. Ojalá sea la más larga posible”.

Etapas

Buscando lo bello, forjó etapas. Una donde el amor erótico afloró “involuntaria”. “Encontré que el sexo masculino tiene que ver con una serie de animales. Desarrollé un erotismo muy subjetivo. Además de ser placentero, hacer el amor nos recrea y nos habita más en la vida”, explica.

Los críticos catalogan a muchas de sus obras como surrealistas. Él discute. “La realidad es mi primer material y la hago híbrida. Propongo escarbar lo que hay dentro, fuera y detrás de la realidad”.

Los trapecios de Milner

Chávez pertenece a la llamada ‘Promoción de Oro’ de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, junto a Alberto Quintanilla, Alfredo González Basurco y Milner Cajahuaringa, quien acaba de fallecer.

Fueron amigos, coincide que fue olvidado los últimos años, “pero creo que Milner tomó unos fantasmas que no le pertenecían: los trapecios. Retomar esas formas incas ahora es como no tener imaginación. Tenemos (los artistas) que ser testigos de nuestro tiempo”.

¿Cómo ve Chávez a los artistas jóvenes? “El Perú es un nido de talento. Pero el arte joven pasa por una etapa de conceptualismo. Son artes que se han intentado en Europa hace casi un siglo. A veces digo ¡qué desperdicio!, cuando la naturaleza en el Perú nos ofrece otras cosas. Temo yo que el arte actual en el Perú sea más ligado por las ocurrencias que por las ideas mismas”.

Retornos

Ha dejado de pintar por temporadas en París, Trujillo y Lima. Ahora pasa más temporadas capitalinas. Raro. A los 22 años se fue a Europa con un boleto de ida, pensando en nunca más regresar.

“El mundo europeo me ha permitido ver los orígenes del Perú, la belleza primitiva”, cuenta. En el mezanine se ubican sus dibujos académicos, otra etapa. “He tenido que escarbar mucho en la vida para hacer lo que usted ve. Romper con el realismo, lo clásico, la academia. Encontrar cosas mágicas en lo otro”.

¿Teme a la muerte?, pregunto. “No. La muerte es muy amiga mía. Nació conmigo. A los 5 años, mi inocencia me permitió convertir el velorio de mi madre casi en un circo mientras mis hermanos mayores lloraban. Mi alma ahora me está dando una respuesta”.

Piensa en las virtudes artísticas de su desaparecido hermano Ángel, miembro de la generación del 50. “Él nació con la pintura de una manera excepcional, mientras yo fui más rudo y bruto, no podía hace un rostro fácilmente. Eso me hizo conseguir esas formas extrañas”, dice.

200 pinturas, dibujos y esculturas forman el corpus de la muestra. 

Futuro de sus museos

En Trujillo, Chávez apostó por el arte. Tiene dos museos: el de Arte Moderno y el del Juguete. Uno de sus planes inmediatos es trasladar el primero, donde aguardan sus pinturas de grandes formatos, a Lima.

Lo dice con tristeza, pero durante 10 años la media fueron tres visitas diarias. “Una pena que las autoridades no fomenten algo que puede ser de más interés; y los trujillanos no han sabido inquietarse, descubrir”. Ya ha localizado espacios en Lima donde mudará el museo, pero aún lo mantiene en reserva.

En cambio el Museo del Juguete –su repechaje contra la niñez humilde– queda a un par de cuadras de la plaza de Armas de Trujillo y continuará ahí.

Gerardo Chávez recorre su retrospectiva, su legado, “con humildad”. “Está lo que he querido decir. Y la siguiente pregunta que genera en el artista una retrospectiva es hacia dónde voy, dónde estoy yendo”. 

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