Auster, de cara al invierno




José Vadillo Vila (*)

“Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. / Has entrado en el invierno de tu vida”. Así termina 243 páginas más tarde, Diario de invierno, la nueva entrega de Paul Auster.

Si en A salto de mata, el narrador norteamericano ya había señalado sus primeros (y difíciles) años como escritor, Diario de invierno es su recuento es más exhaustivo: detalles obviados en el breve A salto de mata, hasta el universo de reflexiones y anécdotas que narra hasta que cumple los 64 años, la llegada del invierno.

Auster no podía desmerecerse con una escritura lineal. Aquí, en Diario… los saltos de tiempo se enlazan suavemente. Hay un largo pasaje, donde detalle los 21 lugares donde ha permanecido más tiempo en su vida. Animal citadino y neoyorquino al fin, Auster dice que “las ciudades medianas y pequeñas se agotaban demasiado pronto”. Porque lo que le importa, finalmente es: “el único espacio que ocupas al escribir tus libros es la página que tienes delante de la nariz” (116). 

El autor de La trilogía de Nueva York y Leviatán es cuidadoso, no expone mucha información sobre su mujer o sus dos hijos, se explaya en recuerdos de su madre, casi ningunos sobre su padre (“tus padres estaban destinados a separarse desde el día en que se casaron”). Es, sobre todo, un ingreso a su mente, donde no hay fantasmas, sólo “las rarezas de tu maniático y desobediente estómago” o el desconcierto ante la muerte. Y da por sentado que gracias al color de su piel ha escapado “a lo largo de su vida a toda identificación étnica”. “Como no sabes nada de tus orígenes, hace mucho que decidiste presumir de que eres un compuesto de todas las razas del hemisferio oriental, en parte africano, árabe, chino, indio y caucasiano, el crisol de muchas civilizaciones enfrentadas en un solo cuerpo” (127).

Auster pierde brillo en las páginas donde  relata la película Con las horas contadas, de 1950, para contar que ha dejado de ser duro, “y aunque te esfuerzas mucho en ser buena persona, hace tiempo que no te consideras heroico”. Mejor humanos. Humanos ante los demás. “Todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos alguna sensación de quiénes somos, es sólo porque vivimos dentro de la mirada de los demás” (175). Como ve, no es un libro sólo para escritores. Es un libro humano, de un hombre sensible que se desnuda para mostrar la pasión por la escritura, sobre todo por la vida, como un común de los mortales. Ahí radica su grandeza.

Ficha
Diario de invierno, Paul Auster
Barcelona, Anagrama, 2012. 

(*) Columna "A pie de página", publicada el viernes 01 de junio de 2012, en el diario oficial El Peruano. 

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