¡Que empiece la jarana!
Quiénes, cómo y dónde celebraron en 1944 y 1945 el Día de la
Canción Criolla. El protagonismo se lo llevaban los centros musicales que
hacían espectáculos en las calles y plazuelas.
Cayó miércoles, como hoy, y se hablaba de paz, después de
cinco años, tras el fin –fresquito– de la Segunda Guerra Mundial. Y en Lima, el
Callao y balnearios, el 31 de octubre de 1945 se empezaba a calzar la
celebración del Día de la Canción Criolla como un hecho cotidiano.
Lógicamente, no tuvo entre sus aderezos pizca alguna de “criollowen”
o similitudes algunas. Era una celebración con horario de inicio y fin. Empezó
a las 9 de la noche y terminó dos horas y 30 minutos después. Más puntual, ni
La Cenicienta.
Seguramente se debió al protocolo. Los elencos desfilaron en
los balcones del desaparecido edificio del Ministerio de Instrucción del parque
Universitario.
Figuras populares
Ese año, un jovencito y talentoso Óscar Avilés se encargó de
la dirección artística del evento, mientras subían al entarimado figuras del
cancionero popular costeño de entonces: Rosa Passano, Clara Aguilar, y las
Delia Vallejos y Aguirre, Óscar Alvarado, Juan Criado, Oswaldo Saravia. De los
dúos masculinos, heme ahí el de Mecklemburg, Cómena, Fortunic, Miller,
Vela-Avilés, Álvarez-Rubianes, etcétera. De esa constelación, tal vez el nombre
que mejor situamos es el del cantor Alfredo Leturia.
Los que han perdurado en la memoria colectiva son los
instrumentistas que también eran compositores, cito al pianista Filomeno
Ormeño, con su cabello bien engominado; a su colega de la inspiración, el
guitarrista Pablo Casas Padilla. Otros nombres en las negras y blancas que
desfilaron en esa primera ceremonia, organizada por el centro social musical
Felipe Pinglo, serían Raúl Huambachano y Lucho Romero.
Afinando el palo trinador, el número de instrumentistas era
mayor: César Olaya, Eugenio Díaz, los hermanos Velásquez, Enrique Salinas y
otros.
Tras la ceremonia, el director del Pinglo invitaba a “toda
la familia” al “baile social” en el histórico local institucional del centro
musical, en la cuadra nueve de la avenida Abancay, aquicito nomás.
Género en ebullición
Más. En el teatro Progreso, de Barranco, hubo también
espectáculo ´por el Día de la Canción Criolla. Y en las páginas del diario La
Crónica se recordaba la figura de Carlos A. Saco, autor de “A la Cachina” y
“Rosa Elvira”, quien, además de bohemio, era compositor y brillante ejecutante
de guitarra y piano.
Un año antes, en 1944, justamente el centro musical Carlos
A. Saco había capitaneado las celebraciones, al ser sede principal de los
bailes y verbenas que tomaron calles y plazuelas de Lima (El 19 de octubre de
1944, el presidente Prado había rubricado el decreto supremo que creaba tal
celebración).
Ese año había sido distinto porque a las seis de la mañana
se izó el pabellón nacional en todas las “instituciones musicales” de Lima y el
Callao; se ofició misa a media mañana en honor a todos los compositores ya
ausentes y dos horas más tarde, se inició la romería al Cementerio General de
Lima y las verbenas populares empezaron al caer la tarde. Y se terminaría con
fuegos artificiales y desfile de artistas. El presidente Manuel Prado se sumó a
las celebraciones, después de recibir un baño de multitudes en la provincia de
Cajatambo.
Centros musicales como el Pedro A. Bocanegra, entonces en la
plazoleta de Malambito, el Pinglo del Parque Universitario, los victorianos del
Tipuani, Victoria y Mariano Melgar, verbigracia el Carlos Valderrama. O la gran
verbena popular que organizó el centro social Ferroviarios. Y en el Callao e
Ica se hacía eco a la imberbe celebración por las ondas radiales. En el primer
puerto, el compositor Eduardo Márquez Talledo dirigió desde la tarde las
audiciones en vivo junto a Las Marquesinas, el Dúo Sol y el Dúo América, desde
radio Callao. A las 21:00 horas, los conjuntos desfilaron por el centro musical
Callao en una gran verbena.
Ciudad en crecimiento
¿Cómo era Lima? ¿De qué se hablaba? A mediados de los
cuarenta, en Lima criolla se apreciaban las carreras de galgos en la avenida
Arica (Breña); los limeños eran también asiduos a los gallos y los
intelectuales lloraban a 25 años de la muerte de Abraham Valdelomar. Las
procesiones del Señor de los Milagros eran parte de la identidad de cada
octubre y el asesinato de siete japoneses en el jirón Tingo María, en Chacra
Colorada, sería la comidilla en la ciudad. Al año siguiente, mientras se
afinaban guitarras y voces, la cartelera anunciaba “La caída de Berlín”, con
las “sensacionales revelaciones” del comando soviético al tomar la capital
alemana. Una nueva era empezaba y la música criolla brillaba.
Publicado el miércoles 31 de octubre de 2018 en el Diario Oficial El Peruano.