La mistura de los limeños



Escribe: José Vadillo Vila (*)
Fotos: Archivo Histórico del Diario Oficial El Peruano
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De la tapada elegante que oteaba la ciudad con ojo de garfio a la chica con la micro falda jean que mueve el “totó” en las discos de la Panamericana Sur. De la ciudad que hasta hace un siglo se trasladaba en carros jalados por caballos a aquella megápolis de las 4 x 4 cuyos conductores bajan sus lunas polarizadas para botar botellas de plástico como derramando lisuras. Es la misma Lima. ¿Y qué hay del limeño?

“Con Velasco y las grandes oleadas de migraciones del campo a la ciudad a partir de los años cincuenta se rompe el espinazo de la dominación oligárquica. Lo nuevo de este rostro limeño es de color de la choledad. La hegemonía cultural de occidente se resquebraja ante el avance impetuoso de la cultural andina-popular plebeya, citadina y campesina. Metafóricamente es el cóndor victorioso del yawar fiesta. Pero este hecho es mucho más complejo que quizá la palabra no pueda graficarla con plenitud.” [1]


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A Joseph Dager Alva, historiador de la Universidad Ruiz de Montoya, los nostálgicos que exclaman ¡Cómo ha cambiado Lima! le sacan roncha porque, como diríamos en jerga los limeños: la ciudad cambió hace “ratón Mickey mi bróder”. Dice Dager: “La Lima aristocrática tenía su mejor descripción en los valses de Chabuca [Granda], pero es una Lima que, felizmente, se fue hace tiempo”.

Lima del siglo XXI escucha valse y marinera limeña más por respeto que por cuestión de genes, y una serenata a la ciudad debe incluir pasacalles, cumbia, huainos, caporales, ritmos negros, pandillas amazónicas y mucho flow; de lo contrario, no pasa nada. Ganó la heterogeneidad y la tapada limeña nos mira con desdén.

La de hoy es una ciudad que tiene el gesto más democrático, mismo candidato en campaña al sillón presidencial. Tras el movimiento migratorio iniciado hace medio siglo, cambió totalmente el rostro de la ciudad, que en tiempos de Taulichusco sumaba una población nativa de entre los 180,000 y 209,100 habitantes [2]. “Hoy los limeños son de todo el Perú y Lima podría ser una especie de ciudad de todas las sangres. Otro tema es que todos las sangres estén integradas”, argumenta Dager.


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Lima, capital del Virreinato, que “siempre fue un poco oscura”, con zonas como el Cercado, donde vivían mestizos, indios y negros. “La gran diferencia con lo que hay ahora es que no hay un gueto, tal como lo señala Rolando Arellano, y hoy podemos tener gente con mucho dinero en barrios que no son tradicionalmente ricos”.

Sí, no seremos la sociedad igualitaria ni democrática con la que soñamos, pero Dager recuerda que vamos mejor que hace medio siglo; una muestra es el mayor número de palabras de origen quechua en nuestro lenguaje oque el cebiche se sirve con canchita serrana y nadie diga ni pío. Eso sí, nos faltan redes, me dice el historiador, pero no solo de transporte, sino también las solidarias, que sí se dan a nivel de barrios. Falta una sociedad que no mire el color de la piel.


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Otro ángulo: la forma como utilizamos la buena percha.Para el diseñador José Miguel Valdivia, los limeños perdimos hace años el buen gusto. Y son muchos factores. Uno de ellos, la invasión, desde los setenta, de la gran oleada de la ropa deportiva made in USA. Pasamos de ciudad europeizada a una americanizada, lo que significó “una aplanamiento” en los gustos.

El problema se agravó en los ochenta, por las malas épocas económicas y sociales que trajo el terrorismo, y la moda limeña que se impuso fue la de tratar de no llamar la atención, pasar piola, ser parte de la masa.

Uno se pregunta si la presencia de lo provinciano en la capital no distorsionó más ese supuesto buen gusto. “Son dos tiempos –recuerda Valdivia–; los que llegaron en la primera migración se ‘reinaron’ siguiendo la moda urbana para encajar en la sociedad y sacarle provecho. Y un segundo momento en los años ochenta, cuando un migrante desesperado viene a refugiarse y trae toda su carga. No llega a encajar, sino a reubicarse e imponer alguna manera de vestir, de ver el mundo.

José Miguel Valdivia dice que para hablar de un estilo limeño primero hay que dejar una de las dos caras de Lima; eso de soy sofisticada pero me gusta el reguetón. “Una cosa no va con la otra. Son cosas incongruentes. Tienes que encontrarte con tu grupo, tu estilo. Arriesga, ponle un poco de color a los tonos grises que definen la vestimenta de los peruanos en general y ponle un punto de color. Arriesga para ser un limeño del siglo XXI”.

[1] Pedro Pablo Ccopa (2009). Música popular, migrantes y el nuevo espíritu de la ciudad en Los nuevos rostros de la ciudad de Lima. Lima: Colegio de Periodistas del Perú.

[2] Mario Cárdenas Ayaipoma (2014).La población aborigen en Lima colonial. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú (pág. 33)



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