Eloy Jáuregui: "El periodismo sí puede ser un artefacto de lectura placentera"
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Eloy Jáuregui. Foto: Melina Mejía/Agencia de Noticias Andina. |
Escribe: José Vadillo Vila
Primero fue una columna, como el hombre primero fue barro. Luego saltó de uno a
otro periódico la columna, digo, y acaba de hacerse libro, carne: Tu mala canallada (Lima, editorial
Lancom, 2014).
Eloy saborea ese verso del vals ‘Olga’, de Pablo Casas
Padilla: “Tu mala canallada la tendrás que pagar”. No hay buenas canalladas,
dice; ni buenos canallas, agrego. Y en esa frase reiterativa está la esencia de
lo que expresan sus crónicas non sanctas: brochazos sobre la cultura urbana
limeña, pasando de un personaje a otro, de una situación a otra, como haciendo
zapping.
En Tu mala canallada,
Jáuregui se ha dado maña para convertir “a su estilo” el perfil periodístico
que impuso el periodista polaco de siete mares Ryszard Kapuscinski. También lo
hizo Truman Capote, pero más para té de tías y chisme de Studio 54. “Yo he
tratado de que la crónica se convierta en un miniperfil de personajes que han
contribuido a forjar la cultura e identidad nacionales.”
Periodismo sin ofidios
Esta tarde de miércoles que nos citamos, dice con su voz de
fierro-catre-botellas que, para él, “el periodismo es la búsqueda de un
estilo”. Y se pregunta en voz alta, ¿dónde están esos 1,200 periodistas que,
según la Asamblea Nacional de Rectores, solo en 2013 sacaron su título?
–La mayoría se integra a los medios o las oficinas de
comunicación, pero no ejercen el periodismo como una exposición de estilo; se
van a hacer memorándums, notas de prensa y pierden el encanto de la profesión.
Y por eso están mis libros, porque el periodismo sí puede ser un artefacto de
lectura placentera y no aquellos textos de la televisión de la mañana que dan
vergüenza ajena, repitiendo noticias sobre accidentes, asaltos, violaciones…
Ese círculo detestable que no hace que el periodista mejore.
Encima, y le produce hernias, el periodismo prefiere el
neologismo barbárico impuesto por el economista de moda (“desaceleración”,
“emprendedurismo”) a cuidar la lengua de Cervantes.
–Entonces los lectores, los oyentes quieren matar a los
periodistas. Yo también he cachueleado, pero leo poesía y otras lecturas. Y soy
también loco del Twitter, del blog. Tengo 60, pero veo a chicos de 30, de 40
años, que no tienen sueños. Y eso me entristece. Hay un conformismo deplorable
entre los periodistas.
Nadar contracorriente
Se define como un hombre de izquierda, cuestionador y así ha
forjado su vocación de renuncia, cuando ha creído que las reglas de juego no
son las correctas.
Entonces, igual que Zavalita, le pregunto en qué momento se
jodió el periodismo. No lo duda: “La culpa la tiene la etapa putrefacta de los
años noventa: aplastó totalmente el nivel del periodismo; apareció la prensa
basura”.
Dice que el periodismo está “en falta” con Arguedas (José
Carlos), Mariátegui, Vallejo, Basadre… “Estamos en deuda porque no hemos hecho
la continuidad, una competencia hacia arriba. Es nuestra tarea pendiente.”
¿Y los intelectuales? Para Jáuregui hoy más están pensando
en la 4 x 4 o en comprarse un dúplex en San Borja, nos deben un ensayo de
calidad que englobe al Perú de hoy, mismo el Laberinto de la soledad, de
Octavio Paz. ¿Y los columnistas? “Son monses, puro lugar común: hablan de Esto
es guerra, de Edita Guerrero. No necesitan ser sicosociales porque es una
agenda muy pobre.”
Salvo un milagro –y Eloy no cree en ellos– dice que podríamos
hablar de una siguiente generación aguda en el periodismo. Lamenta que los
chicos que se forman en las universidades –las de renombre y las casi sin
nombre– no lean nada ni les interese.
Y Jaúregui también sueña. Recuerda que el periodismo “tiene
la obligación de educar, de llamar la atención, de que la gente piense,
reflexione. Y la televisión basura es más nefasta que la comida chatarra”.
Promueve que la gente compre libros, no importa usados o
piratas, “porque es la única forma de salir del marasmo”.
–Porque nos hemos acostumbrado a la mediocridad –subraya–.
Con lo poco que escribo trato de elevar la calidad. Seguimos siendo una
sociedad de chismosos, a pesar de que no está Magaly Medina. Los líderes de
opinión son ‘Peluchín’ y ‘Metiche’. Creo que la prensa ha impuesto una medida
absurda e injusta de la sociedad. No merecemos este trato.
Daniel Salvo:
“Somos injustos con
Clemente Palma”
El heterónimo de Daniel Salvo se guarece bajo el DNI de
Julio Viccina (Ica, 1967). El amante de la narrativa fantástica vive bajo la
piel de un abogado analista del Diario Oficial El Peruano.
Desasna: Daniel lo tomó en homenaje a ‘Daneel’, el robot
creado por la mente incandescente de Isaac Asimov. El apellido de ‘Juan Salvo’,
personaje de El Eternauta, novela icónica de la narrativa fantástica del sur
del río Grande.
Ahora Daniel Salvo presenta en la Feria Internacional del
Libro de Lima El primer peruano en el espacio (Lima, ediciones Altazor, 2014):
veinte cuentos en los que hay homenajes a los padres tutelares del género, como
H.P. Lovecraft y el mencionado Asimov.
Y mucha cosecha propia donde Salvo toma lo aparentemente
ajeno e interestelar, para hablar de lo humano y universal. El cuento que da
nombre al libro, por ejemplo, cabalga sobre las estrellas pero también sobre el
racismo. “¿Qué pasaría si la llegada del primer peruano al espacio no es una
aventura épica, sino una reinvención del racismo?”.
El humor también está vigente en las 173 páginas del libro.
¿Qué pasaría si una donación económica al pueblo peruano la hace la iglesia
satánica? ¿Acaso la recibiríamos? En una tercera, es el propio narrador el que
nos presenta a un escritor José B. Adolph como conocedor del Necronomicon o “el
execrable Libro de los nombres muertos”.
Investigar lo fantástico
“¿Y sabe algo sobre ciencia ficción peruana?”, molestaba Salvo
en cada congreso de literatura y le respondían que aquí no se producía esa
narrativa. Mas Salvo refutaba: Ya en 1843, J.M. del Portillo publicó por
entregas una novela acerca de un viaje al futuro. Es decir, un peruano se
adelantó al mismísimo Julio Verne.
O que en los setenta, en un diario popular, se publicaban
cada semana cuentos de ciencia ficción. Por ello y más, Salvo se animó en 2002
a crear la página web Ciencia Ficción Perú, que hoy respira en la red como
blog.
Empezó a publicar algunos cuentos, ya traducidos al inglés,
italiano, francés, chino y alemán. Además, desde 2012 tiene en el Diario
Oficial El Peruano la columna Mundos imaginarios, que se ha convertido en una
de las pocas en Latinoamérica dedicadas en exclusiva a la ciencia ficción.
-¿Somos poquita cosa en el terreno de lo fantástico?
-En otros países se valora mucho la ciencia ficción peruana.
Acá, no. Pero se recupera lo perdido: desde 2008, Elton Honores promueve el
Congreso de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción, que ya se ha internacionalizado.
-Sabemos de la importancia de Clemente Palma en el
género, pero su imagen está ensombrecida…
-Sí, la gente se ha quedado con esa imagen de que fue “el
que rechazó a César Vallejo” o el que escribió una tesis horrible sobre las
razas. Lo injusto es que nadie dice nada sobre quienes aprobaron su tesis con
nota sobresaliente. Uno de ellos fue Javier Prado.
-¿A qué autores se debe rescatar?
-A José M. Estremadoyro; publicó en 1971 Glasskán, bastante
“serie B”, delirante, pero entretenida. Es uno de nuestros clásicos. Y creo que
José Güich Rodríguez es el principal escritor de narrativa fantástica peruana
de hoy.
-La ciencia ficción va de la mano con la ciencia...
-En el Perú, la ciencia tiene una historia de desencuentros:
Santiago Antúnez de Mayolo tenía la idea de una partícula que luego sería
conocida como el neutrón; pidió fondos, pero se los negaron. Y en 1878, Pedro
Ruiz Gallo presentó un proyecto sobre algo que servía para volar, pero el
Ejército no le hizo caso.
-¿Y cuál es tu siguiente proyecto?
-Será una historia alternativa, donde el Perú gana la guerra
a Chile. Ya había aquí dos tratados con diseños de objetos para volar. ¿Cómo
nos hubiera ido como país? ¿Qué hubiera pasado con Mariano Ignacio Prado? Me
parece más interesante eso que el mero desarrollo tecnológico.
Datos
Tu mala canallada, de Eloy Jáuregui, incluye perfiles de
Fernando de Szyszlo, Max Hernández, Víctor Humareda, Oswaldo Reynoso, Víctor Hurtado
Oviedo, Guillermo Thorndike, ‘Chino’ Domínguez y Lucha Reyes, entre otros.
Dividido en seis capítulos, toma el pulso también a
distintos barrios bohemios y de contradicciones de Lima como Barranco,
Surquillo, Miraflores y el Centro.
Publicó anteriormente Usted es la culpable y El más vil de
los ofidios. El próximo año, La caza propia, con textos en clave de periodismo
narrativo. Y Chicha-Chacalón, sobre la historia de la cumbia peruana.
El primer peruano en el espacio se presenta el viernes 01 de agosto, a las
20:15 horas, en la sala Clorinda Matto de la FIL Lima, junto con la novela Doctor
sangre, de Carlos Calderón Fajardo. Comentarios de José Donayre y Elton
Honores.