Una noche "kjarquera"
Escribe: José Vadillo
Vila
Fotos: Vidal Tarqui
Palomino
Esa noche, los contornos negros de los cóndores que llevan
estampados sobre sus pechos de poncho blanco, inspirados en los dioses
altiplánicos, flamearon sobre el cielo limeño. Y cantaban acompañados de
guitarras, charango, ronroco, zampoñas mientras volaban convertidas en miles de
voces.
Viernes último de abril. Desde el mediodía había cola frente
al auditorio del Parque de la Exposición de Lima. Para los
"kjarqueros" de corazón, la espera valía la pena. Habían esperado 18
años para ver nuevamente juntos a los "Kjarkas históricos", a Elmer y
Gonzalo Hermosa y Gastón Guardia, que seguían en la brega con nuevos
integrantes, junto al guitarrista Edwin Castellanos y al charanguista Fernando
Torrico -uno alcalde de Cochabamba, la ciudad que vio nacer al sexteto
boliviano; y el otro dedicado a la música cristiana en los Estados Unidos. Para
otros, sería la primera vez que verían en escena a esos Kjarkas de los álbumes
históricos, de los videos en el Youtube.
El reloj toca las ocho de la noche. Pasan unos minutos más y
lo primero que les regalarían Los Kjarkas históricos a sus seguidores será esa
plegaria a zampoñas y voz dedicadas al "Tata Inti", que la voz de
Elmer Hermosa elevaba rutilante, como un diablo andino que habla en quechua y
castellanos, pidiéndole permiso a los apus. Gonzalo Hermosa, el mayor, el de la
voz pastosa, toma el micrófono para anunciar que lo que sigue es un repaso
"por las páginas amarillas empolvadas de nostalgias". Y el público
vitorea.
Cada artista crea un deja vu particular. En el escenario,
Los Kjarkas le han dado alas a las canciones de la época dorada del conjunto
boliviano. "Sin ella", "Son tantas noches", "El
picaflor", "Muchacha de alas blancas", "Tiempo al
tiempo", corren casi de la mano.
Elmer toma un descanso. Torrico toma la primera voz para
cantar en aimará y castellano "Ukhamampi Munataxa", del último disco
que hicieron juntos, en 1994; y en quechua y castellano, "Yuyariway
Urpi", esa tonada compuesta por Ulises Hermosa, el kjarka que partió
temprano, en 1992. Gastón deja las zampoñas para cantar con su aguda voz
"Vivir junto a ti" (al final del show entonará ese clásico,
"Llorando se fue").
***
"Este es un reencuentro para festejar los 40 años de los Kjarkas. Fernando y mi persona hemos decidido acompañarlos en unos cuantos shows en diferentes países", me dirá en el intermedio el alcalde Castellanos...
"Este es un reencuentro para festejar los 40 años de
los Kjarkas. Fernando y mi persona hemos decidido acompañarlos en unos cuantos
shows en diferentes países", me dirá en el intermedio el alcalde
Castellanos, quien deja sobre el aire el "Dios quiera que podamos hacer
música más adelante".
Es el intermedio del show. Han subido a escena los Chila
Hatun, los hijos y sobrinos de Los Kjarkas. "Kjarkas es una institución
tan grande, que lo único que nos queda es empujar para que la cultura de los
pueblos andinos siga adelante", me explica en los camerinos, Fernando
Torrico. Afina su charango, del Perú se irá a Ecuador a ofrecer 17 conciertos
con su grupo cristiano Latidos. No hay tiempo ni para meterse al estudio con
Kjarkas ni para hacer más cosas con Tupay, el dúo que formó con Castellanos
tras su salida de Kjarkas y el proyecto sinfónico Pacha (1995), cuando llevaron
éxitos como la saya "Negrita" a otros mercados, pero sólo duró el
sueño de un álbum.
Elmer, Gonzalo y Gastón comen algo ligero y se alistan para
subir ahora como sexteto con sus nuevos integrantes, para la segunda parte del
espectáculo. Para el final del show se unirán Castellanos y Torrico. Serán ocho
kjarkas en escena más otros ocho músicos que los acompañan. El reloj va
llegando a las 11 y 30 de la noche, el público no quiere dejarlos ir, han
desfilado más 25 canciones de los Kjarkas, la saya "Llorando se fue deja
su paso al inmortal huaino "Wayayay". Toma la batuta el tinku -alegre
con letra de despecho- "Imillitay" para marcar la despedida. Hay
cansancio, hay felicidad. Entonces la última, "Bolivia", ese huaino
que en el país altiplánico es casi un segundo himno nacional, suena para
despedirse, para agradecer al Perú tanto cariño, tantos años kjarkamanía. Los
cóndores se pierden en el cielo limeño rumbo al infinito.