UN SALÓN DIFERENTE

El aula de la clínica San Juan de Dios, en el Cusco, es una experiencia emblemática, un proyecto que enseña las nuevas tecnologías a los niños con discapacidad motora. (Publicado el lunes 25 de julio de 2011 en el semanario Variedades, del diario El Peruano).

TEXTO Y FOTOS: José Vadillo Vila

Como un rayo, Amílcar nos deja atrás. Se desliza feliz y alegre usando sus manos, en esa suerte de patineta donde lleva sus piernecitas dormidas. Se mete al pabellón de hospitalización como Pedro en su casa. Lleva una pequeña laptop negra y la pone sobre el pecho de Michel. El pabellón está vacío. Sólo Michel en su cama y un televisor con dibujos de Discovery Kids. A él acaban de operarlo de las piernas. Estará aquí muchos días, muchísimos. Amílcar se ha dado la tarea de enseñarle a escuchar música por internet, a ver videos del youtube. Helmer del Pozo mira la escena con orgullo y amor: Amílcar es uno de los niños que asiste a su singular aula.

Estamos en la clínica San Juan de Dios en el Cusco. Afuera, la gente comenta que Machu Picchu acaba de cumplir 100 años. Adentro, los chicos viven a su propio ritmo. La mayoría de los niños y adolescentes vienen de alguna de las 13 provincias cusqueñas o de lugares más lejanos, como Apurímac, Puerto Maldonado o Puno. Permanecen por periodos muy largos, entre uno y dos años, la mayoría. Y el rostro más familiar de muchos se convierte el de las enfermeras, médicos, terapeutas y el profesor Helmer.

LA HORA DEL AULA
Ellos -que tienen entre los 2 y los 15 años- cumplen sus rutinas diarias. Las comidas muy temprano: el desayuno a las 06.30; el almuerzo cinco horas más tarde y la cena también, a las 16.30. Hay horas para las inyecciones. Otras para las terapias.

A las tres y media de la tarde, el profesor Helmer abre las puertas de su salón. "Ellos saben de memoria sus rutinas en el hospital. Pero en el aula encuentran el espacio donde prácticamente se olvidan de la rutina porque muchas veces no saben qué van a hacer. Lo único que saben es que es divertido". El salón tiene varias computadoras, una mesa de trabajo. Es el único espacio de la clínica donde deciden qué pueden hacer. Para ellos, cuenta Helmer, significa bastante porque mejora su autoconcepto. Por ende, les permite mejorar en su terapia y su recuperación integral.

En las paredes del salón, hay varios diplomadas a nivel nacional, como el premio Creatividad Empresarial y el "Anda" de responsabilidad social. Del proyecto de "aulas en hospitales" que tiene la Fundación Telefónica en el país, la del Cusco es la más representativa y en noviembre de 2012 cumplirá diez años, siempre bajo la dirección de del Pozo. Aquí el cien por ciento de los niños sufre algún tipo de discapacidad motora. Lo que se traduce, por ejemplo, en que a estos niños les resulta muy complicado acceder a una computadora común y corriente. Hay otros problemas asociados a la parálisis cerebral como la deficiencia intelectual, el autismo, los problemas emocionales y de conducta.

Con los años han aprendido a usar tecnología adaptada a las necesidades de estos menores. Helmer las denomina "alta" y "baja" tecnología. La "alta" es un "teclado inteligente", un mouse adaptado o el software de comunicación "ciclo", que les hace más fácil el acceso al mundo de las computadoras. Y la "baja tecnología", son los ortésicos y férulas de miembros superiores, que el propio profesor Helmer elabora, son "aparatitos tan sencillos", hechos con ingenio y material barato, que les permiten a los niños acceder a la computadora.

Ellos saben de memoria sus rutinas en el hospital. Pero en el aula encuentran el espacio donde prácticamente se olvidan de la rutina porque muchas veces no saben qué van a hacer. Lo único que saben es que es divertido...
LOS ALUMNOS ESTRELLA
Para Helmer los mejores laureles son sus alumnos. Así como el caso de Amílcar, que a sus 8 años ya quiere enseñar su experiencia a otros amigos internados, está muy orgulloso de muchos alumnos. Cerca nuestro la niña Catherine Canchi busca en su laptop contenidos y los comparte con sus amigas. Ella ganó un premio nacional de dibujo, con premios para la clínica, su aula y ella, cómo no.

En otro extremo del salón, Andrés Quispe enseña a una niña cómo usar correctamente el "teclado inteligente", mucho más grande que el convencional, y con menos teclas. Andrés tiene 20 años y es, desde hace tres meses, la mano derecha de Helmer. Pasó como los otros chicos por la hospitalización y la rehabilitación. Debido a las habilidades que tiene en uso de softwares, Helmer lo propuso para que lo contraten como profesor de apoyo. Y ha sido tan bueno su desempeño, que la Fundación le ha renovado su contrato hasta fines de año. Cada día deja el cuarto que arrienda y llega puntual, en su silla de ruedas, para cumplir su trabajo.

Otro exalumno que lo hace hinchar el pecho es César Quispe Miranda. Terminó su terapia y, muy motivado, empezó a estudiar la carrera de informática. César ya terminó sus estudios y se está preparando para graduarse. A veces se da una vuelta por su antigua aula en la San Juan de Dios, les soluciona cuando hay problemas con los equipos. César acaba de dictar una capacitación sobre el software "cicla" a los profesores de un colegio particular que también quieren aprender de esas herramientas en pro de la educación-inclusión.

LO QUE FALTA HACER
El profe Helmer estudió para profesor de primaria, pero luego se especializó en informática educativa y educación especial, desde las discapacidades relacionadas a la parálisis cerebral, deficiencia intelectual y auditiva. "Es otro mundo", cuenta.

Sobre la educación inclusiva explica que si bien se le esta dando bastante énfasis en los últimos años, lamentablemente, "a los docentes nos enseñan a trabajar sólo con alumnos, entre comillas, normales".

Él aprendió con cursos a elaborar sus herramientas de "baja tecnología" para sus alumnos. "Todo lo que es tecnología y que se pueda crear a favor de las personas con discapacidad, es bienvenido porque son imprescindibles. Pero falta que el Estado promueva y premie a los estudiantes universitarios de informática, de ingeniería, que crean estas herramientas para las personas con discapacidad", opina.

Helmer cree que poco a poco nuestra sociedad es más sensible para el tema de la discapacidad en general. Pero hay que seguir peleando. Luchar contra la indiferencia en la calle, en los bancos, en los micros, cuando uno ve una persona con silla de ruedas. "Cada uno debemos de aportar con un granito de arena", recuerda. "Y llamo a las empresas, a los gobiernos locales y regionales y nacional a que hagan algo, porque nadie está libre de tener este tipo de problemas, o nosotros o nuestros familiares. La inclusión social es algo grande, empecemos por algo". Y su pedido tiene la sonrisa de los niños que esta tarde han aprendido algo nuevo.

APUNTE:
En los casi diez años que funciona el "aula hospitalaria" en la clínica San Juan de Dios del Cusco, ha atendido a más de tres mil niños.

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