Oda por el león cantor
Escribe: José Vadillo Vila
Al cantante con voz de rey de la selva, su público lo
conocía por un diminutivo, Panchito. El intérprete sazonaba su timbre de
barítono con falsetes y genética picardía con dejo norteño. Entonces, la jarana
empezaba con golpes de buen cajón, como dice la canción. Panchito Jiménez Borja
tenía 94 años cuando este domingo 4 nos dejó para hacerse eterno.
Hace unos años, cuando lo entrevisté en su vivienda de la
urbanización Los Cipreses, donde vivió por más de 40 años y en cuya sala había
leones de fantasía que sus admiradores le han regalado, nos contaba que en sus
épocas de oro, el público era mucho más exigente que el actual: no se perdonaba
la falta de talento. "A mi amigo Rómulo Varillas [vocalista de Los
Embajadores Criollos] varias veces lo botaron del escenario a punta de pifias,
y el negro ahí, insistía, hasta que aprendió a cantar bien", contaba
risueño.
Pocos lo recuerdan, pero Panchito fue el primero en grabar
el pegajoso vals "Mal paso", creación de su paisano Luis Abelardo
Takahashi Núñez –"tan bueno con la guitarra como para el trago"–. Fue
tan aplaudido este vals, que lo grabó dos veces (primero con Fiesta Criolla y
luego en solitario); y de paso hizo en su voz otros éxitos del
"chino" Abelardo: el vals "Embrujo" y la marinera
"Sacachispas", aunque Panchito daba confesión de parte que su
compositor favorito siempre fue don Pablo Casas Padilla, a quien lo unía por
cordón umbilical ese estilo llorón.
* * *
Nació el 29 de enero de 1920 en la calle Calzoncillos, en el
barrio de El Porvenir, Chiclayo (Lambayeque), donde empezó a soltar sus gallos
con los conjuntos de la zona. A los 15 años ya canta profesionalmente al
presentarse en los concursos de radio Delcar, siempre con repertorio peruano:
marineras, valses, huainos norteños. Pero ya desde entonces su fuerte eran los
valses. En uno de esos concursos ganó "un billete colorado de 10
soles", que le sirvió para comprar dos pares de zapatos y le sobró plata.
Hijo de cajamarquina y motupeño, Panchito fue el mayor de
nueve hermanos, entre ellos el compositor Manuel "Zorro" Jiménez,
quien le hizo grabar el único bolero que cantó.
Entonces ya era un intérprete de los buenos, cuando con 20
años de edad se dijo, me voy pa' Lima y llegó a la capital como parte de La
Rondalla Chiclayana, con la que se presentó en la Feria Regional del Campo de
Marte. Entonces no cantaba, sino rugía cada vez que tomaba los micrófonos y el
dejo norteño empezó a impregnar sin problemas el dial limeño.
En 1944, Panchito reemplazó a Javier Gonzales como voz líder
de Los Trovadores del Perú, donde compartiría escenarios con Óscar Avilés,
Oswaldo Campos y Miguel Paz. Cuando el cuarteto se separa en 1945, Panchito y
su esposa radicarían por siete años entre Argentina y Bolivia, a este último
país habían llegado Los Trovadores durante su última gira y ahí se separaron.
Panchito tuvo que aprenderse a la fuerza huainos y taquiraris que el público
boliviano le exigía para sazonar su repertorio de música peruana.
Fue en esos años en que inicia su etapa de solista, cuando
su compadre José Lázaro Tello –hombre de radio que se caracterizaría por poner
los nombres artísticos más memorables a los artistas del criollismo– lo bautizó
como "El León del Norte", dizque por la singularidad y fortaleza de
su canto. Si resucitase, Lázaro sabría que no se equivocó.
Entonces, en la ciudad de La Paz, Panchito recibe una carta
del "chino" Óscar Avilés, quien lo invitaba para que vuelva a Lima.
Fue así que Panchito, que ya tenía ganas de volver al terruño, tomó sus
maletas, a su esposa, y se vino de vuelta. Ese 1957 nació en Lima la famosa
Fiesta Criolla.
* * *
Para los conocedores, Fiesta Criolla perteneció a la última
gran estirpe de conjuntos de la música costeña urbana. Con Avilés y Jiménez a
la cabeza, el quinteto solo duró nueve años, entre sus dos etapas (la primera
guitarra de Oscar Avilés y luego la de Roberto Velásquez). Tiempo suficiente
para llegar a la eternidad.
Con sus presentaciones en las radios y canales de
televisión, grabaciones de discos que se multiplicaron como maná del cielo, el
conjunto pasó a la historia por ese vals hecho para bailar en fiesta sin fin.
Luego, Panchito empezó su larga etapa en solitario. Su
esposa, la monsefuana Consuelo Llontop Chafloque, hija de la dueña del
recordado restaurante Rinconcito Chiclayano, le acompañó por más cuatro
décadas. Ella no cantaba, pero se sentaba con él a escuchar juntos las
canciones para que aprenda bien las letras.
"No se ha ganado grandezas, pero uno se ha defendido.
Antes a uno, por ejemplo, le pagaban para grabar, ahora los pobres los
muchachos tienen que pagar para grabar", contaba apesumbrado don Panchito.
Por algo, don Panchito agradecía que ninguno de sus cinco hijos heredase su vena
artística. "Ellos trabajan", bromeaba. "Es muy difícil la vida
del músico, hay que tener mucha suerte".
* * *
Al cumplir los 85 años, aproximadamente, don Panchito,
devoto de la Cruz de Motupe y del Señor de los Milagros, se alejó
definitivamente de los escenarios por problemas con la presión alta.
Entonces dejó de 'mandarse' su tanganazo de pisco para
afinar la garganta; de frecuentar a los amigos, las serenata y las peñas, que
no son como las de su tiempo, "¡qué vamos a comparar, hasta la gente era
otra! Además, ya cansa, pe".
Son otros tiempos. Decía que los cantantes modernos
"hasta saben música". Él lo aprendió todo al oído y nunca supo
rasguear una guitarra, aunque grabó tantos discos que olvida el número. En los
más de 60 años de servicios profesionales a la música peruana, don Panchito se
cuidó la voz evitando cosas heladas y poniendo límite a las jaranas.
No le gusta quejarse. Dijo que el Estado le retribuyó
"un poquito". Junto a algunas figuras del criollismo, en los años 80
lo nombraron profesor de música del colegio Hipólito Unanue, lo que le valió
para tener un sueldo con el que se jubiló.
* * *
Lo que sí mantuvo por años, a pesar de ya no cantar, fue
cada mediodía prender el equipo de sonido y escuchar parte de ese repertorio
que ayudó a inmortalizar.
"Los extranjeros saben de qué pie cojeamos. ¿Te has
dado cuenta de que el cantor peruano tiene una cosa extraña, siempre comienza
por lo extranjero? ¡Cuántos se reían de los huainos, de la música de los
negros, que son tan bonitas, y ahora están de moda!", decía.
Pero don Panchito tenía fe. No creía que la música criolla
se fuera a morir como los hombres. "No va a morir porque no se la puede
botar de su casa". Pero si a veces parece que este género musical sufre de
ataques al miocardio, eso, denunciaba el artista, se debe a los cantores y los
extranjeros, siempre. Gloria al León del Norte, el león cantor.
Datos
-Los restos del cantante fueron velados en su casa de la
urbanización Los Cipreses, Cercado de Lima, y ayer en la tarde fue enterrado en
Campo Fe de Huachipa.
-Panchito recorrió el Perú e hizo giras por Bolivia,
Argentina y Trinidad y Tobago.