Vargas Llosa y los imbéciles

José Vadillo Vila.-


Define el diccionario de la RAE a imbécil como “alelado, escaso de razón”.

Imbécil es un adjetivo que cabe perfecto para quienes piensan que esta mal celebrar el premio Nobel de Literatura otorgado a Mario Vargas Llosa, que por supuesto es una celebración a nosotros mismos, los peruanos.

Todavía queda la tara de no querernos, de no abrazarnos, de no felicitarnos, de no creernos ganadores en algo y preferir ser mediocres y mezquinos.

De preferir hurgar en las basuras, en los miasmas y bailar en el muladar, en vez de llenarse la boca por un triunfo bien merecido de alguien que toda su vida ha madrugado y ha trabajado como hormiga para lograr la excelencia, cuando lo común es lo contrario: alabar al que trabaja poco y vive a cuerpo de rey.

Imbécil es todavía no creer que hubo una guerra sucia en el Perú en los cercanos noventa, cuando se crearon perfiles distorsionados de quienes opinaban distinto y eran peligrosos a la dictadura que empezó tras el 5 de abril de 1992. Hay una generación de peruanos que creció con esas ideas y es la que ahora vota y decide el futuro del país por todos.

Imbécil es no recordar que desde entonces, y por muchos años, el único fin de la gran mayoría de los medios de comunicación era servir de orquesta sinfónica desafinada para enlodar honras.

Imbécil es creer que basta con el Google o Wikipedia para hallar todas las respuestas al mundo. Cuando se necesita de la reflexión y de los ensayos (que son un género literario y no sólo un acto mecánico) para poder desmenuzar las ideas.

A unos, nos emociona y nos tiembla la mano de tanto orgullo de finalmente tener un premio Nobel de Literatura peruano y que éste sea Vargas Llosa.

Se puede disculpar la inasistencia a esta gran fiesta nacional que debiera ser el Nobel de Literatura a MVLL la indiferencia de los peruanos que básicamente por carencias educativas -que tuvieron profesores mediocres, cuadriculados en sus currículas, que les enseñaron a pasar los cursos, a odiar la literatura a base de resúmenes, exámenes memorísticos, antes de llevarlos por el terreno de la pasión de las letras- nunca leyeron a Vargas Llosa y creen sólo se trató de un candidato de derecha que perdió las elecciones de 1990.

Otros agradeceremos siempre que nunca haya sido presidente, porque evitó perder a MVLL en los juegos de la política nacional, donde escasean los debates alturados y a profundidad y prima los enredos legales.

Pero imbécil es aquel que teniendo educación, tiempo y dinero, habla de MVLL sin haber leído alguna de sus quince de novelas, de sus nueve obras de teatro, de sus libros de ensayo o de reportes periodísticos, por citar parte de la dimensión de este hombre de letras. ¿O cree que basta “conocerlo” sólo por haber visto la versión cinematográfica de La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras o La fiesta del chivo?

Claro, también uno puede ser un perfecto imbécil si cree que todo lo que opina Vargas Llosa en sus columnas “Piedra de Toque”, que publica semanalmente desde 1977, son la verdad absoluta. E iría contra lo que piensa MVLL sobre la libertad (que va más allá errada de subyugarlo como símil de libertinaje) y el debate de ideas.

Pero seríamos más imbéciles si dejamos de celebrar este triunfo, excusándonos en la doble nacionalidad de Vargas Llosa, en su defensa al libre mercado, al Museo de la Memoria y odio visceral a las dictaduras (incluidas las solapadas en seudo-democracias), olvidando el fantástico creador que ya tiene un lugar en el Parnaso de la Literatura Mundial. Y, como el mismo dice, se debe al Perú, su país. Dejemos fuera de esta fiesta a los imbéciles y aguafiestas. ¡Salud, maestro!

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