Consumo y literatura



Esta casa vacía, la tercera novela de Marco García Falcón, aborda los vericuetos de una generación marcada por la economía de mercado que el autor cuestiona en cada una de sus páginas. Escrita con pulso firme, su narrativa nos lleva a reflexionar en torno a la familia, la paternidad y la religión. (*)

Texto y foto: José Vadillo Vila

Aquí no moran los héroes. Aquí los padres tienen defectos. Aquí el ‘amor eterno’ es más una canción de Juan Gabriel que una realidad con happy end. Aquí las separaciones son menjunje cotidiano. Y la felicidad más parece una lápida plomiza que un sol de verano.

La mirada de Marco García Falcón en su novela, Esta casa vacía (Lima, Peisa, 2017), no es individual, aunque los abismos intrafamiliares del protagonista, Giovanni Perleche, puedan en apariencia decir lo contrario.

El suyo es el retrato de una generación, gente que calza las cuatro décadas y se identifica con este consumismo alarmante que Franco Berardi denominó acertadamente La fábrica de la infelicidad.
Esta casa vacía ha sido elogiada por la crítica literaria. Alonso Cueto presentó el libro y se sorprendió por el ‘volcán de emociones’ que expresa. Y es lo que pretendía su autor: “escribir para emocionar”.

“Creo que la mejor literatura es la que gusta a todos y, además, a los críticos”, responde Marco, mientras calentamos la mañana en el café de un supermercado para no desentonar con el universo consumista que sacude cada página de su novela. Por cierto, el título está inspirado en una línea del poema Casa de cuervos, de Blanca Varela.

“Me ha interesado hacer una metáfora generacional del materialismo vacío”, dice el autor de 47 años. Hombres y mujeres se han sentido identificados y, por primera vez, García Falcón ha recibido cartas (e-mails) de lectores anónimos. “Es un éxito muy grato tocar las fibras de los lectores”, dice, sorbiendo la taza. El pop ochentero acompaña la conversa.

Estamos a 27 años de la llegada/imposición del modelo neoliberal de mercado en el Perú y el narrador-protagonista ve el progreso más como mancha ocre en el techo que publicidad de pasta dentífrica.

Sueños ocres
Habla de bolsillos flacos, tristezas económicas, del ruleteo de deudas de una tarjeta de crédito a otra. Aquí el sueño de la casa propia, más que un suspiro reconfortante, destruye tu vida.
Perleche intenta llenar los vacíos con el sexo ocasional. Y se atreverá a contar tras la tormenta, oteando la playa transfigurada por los restos del naufragio. “Para mí, la literatura es detenernos a mirar y a comprender el sentido de lo que hacemos”, dice Marco. 

Si Un olvidado asombro (2014), su anterior novela, tenía un lenguaje más contenido, en Esta casa vacía García Falcón se sumerge con todo en las empantanadas aguas de la cotidianidad. Es, así, su libro más redondo y profundo, con personajes a flor de piel, que tras hundirse intentan bracear para recuperarse.

“Creo que esta novela es la contraparte de Un olvidado asombro. Aquí el padre es el que se descubre y crece gracias a la relación con su hijo. Es una mirada inversa”.

PATERNIDAD
Es la primera vez que García Falcón mira el tema de la relación padre-hijo incluyendo como personaje a Tadeo, un niño que nace antes de tiempo y tiene la salud muy frágil. Esto obliga al padre, que es un profesor, a aceptar todos los trabajos posibles.

Otro tema que se aborda en la novela es el ingreso de la religión en la vida de las personas y que funciona como un refugio en situaciones límite, en el hogar o por la salud resquebrajada. 

Marco busca plantearnos “la vulnerabilidad desde un centro distinto”. Su paternidad –decíamos– es de antihéroes, es pedestre, llena de imperfecciones y dudas.

Pero Esta casa vacía no es una isla. “Si en el boom latinoamericano había la idea de hacer grandes frescos de toda una sociedad, después vino la subjetividad, donde empiezan a aparecer estos personajes menores que tienen una heroicidad silenciosa. La literatura hace bien en fijarse en estos personajes que tienen mucho que decir en torno a las dificultades que afrontamos y cómo nos sobreponemos a ella”.


ÚLTIMO REDUCTO
Hay una urgencia generacional de hablar de los resquebrajamientos de la familia y que García Falcón comparte con otros autores coetáneos como Renato Cisneros o Alina Gadea. “La familia se ha vuelto un tema central y tiene que ver con esta etapa tardía del capitalismo virtualizado, que ha logrado que nos sintamos incómodos, en un proceso de enajenación. La familia es el lugar donde se ven nuestras fallas en cuanto a personas automatizadas. A la vez, es el último reducto para recuperarnos como personas. Por eso, nos fijamos a la familia como tema central, para no desaparecer ni ser reemplazados por máquinas”.


(*) Publicado el viernes 15 de setiembre de 2017 en el Diario Oficial El Peruano

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