Tinta brava


Crónica, novela e historia, Eloy Jaúregui, Carmen Ollé y Heraclio Bonilla hablan sobre sus nuevas publicaciones. (*) 

Escribe: José Vadillo Vila

Jáuregui: Viraje de viaje
Llegó hasta el pueblo de Barisardo, en la isla de Cerdeña, en busca de un universo. Cerca de la zona de millonarios, donde Silvio Berlusconi tiene mansiones y se bañaba calato, está ese pueblo con río diáfano y montañas breves. Ahí vivió el artista total Jorge Eduardo Eielson, un universo. El viajero cronista, Eloy Jáuregui, despegó del ‘Jorge Chávez’ para ensayar una respuesta sobre sus nudos.

El autor de Mutatis Mutandis es uno de los tres núcleos del quinto libro de crónicas periodísticas de Jáuregui, Caza propia (Lima, Lancom, 2017). Ningún escritor había ido a conocer la última morada del poeta. Alista un libro sobre Eielson, pero ese será motivo de otra charla.

Jáuregui mira, fisgonea, penetra, discos, libros, revistas. “Esa es la función de un periodista, la curiosidad. Yo me sorprendo de todo, esa otra de las cualidades, sobre todo ahora que hay una competencia mortal”.

El otro eje de Caza propia es Cuba, que el periodista visita desde 2015. Curiosidad: quería saber cómo era la Revolución Cubana luego de 60 años que los barbudos sacaron de un patadón a Fulgencio Batista. Por eso se puso las sandalias de habanero, se tomó unos rones, charló harto. Fue testigo ocular del concierto de los Rolling Stones en la isla, de la visita de Barack Obama y de los funerales de Fidel Castro.

“La gente ha perdido la sensualidad para muchas cosas, sobre todo para la comida. No hay wi-fi y ven películas muy malas”.

¡Buscaba el Paradiso, de Lezama Lima, La Habana para un infante difunto, de Cabrera Infante! El que se crió en Surquillo en el seno de una familia amante de la isla, con un padre atento a la izquierda de Fidel.

Mas a fin de año volverá para La Habana, a seguir escribiendo, descubriendo, saldar cuentas del corazón, y hablar con mayor propiedad de ese pueblo que también es alto en generosidad.

La tercera vertiente del libro es un viaje a “un mundo alucinante”: Lima, esa ciudad “desarticulada”, que se refunda a diario y es “un ansiolítico con pisco”. Viaje más profundo, con traje de hombre rana, por la Carretera Central, para hablar “de la nueva franja social, que hace que creamos que somos ricos”; aquella que, para Jáuregui, fue inventada por papá Chacalón, quien, jura, trajo combis, mototaxis y cuatro por cuatros. Símiles hay, como la Av. Los Próceres de la Independencia en San Juan de Lurigancho; o la Panamericana Norte en Los Olivos, espacios donde cohabitan “lenguajes, estilos de vida, modernidad y gente ancestral”.

Jáuregui amará la salsa y el jazz latino, pero repasa a los ídolos del universo andino popular: Picaflor de los Andes, Flor Pucarina, Los Shapis, ¡hasta Clavito y su Chela!

En momentos en que “la viralidad le ha ganado a la verdad”, y los géneros periodísticos gozan de orfandad de códigos, vive la crónica como otros en Dios padre.

Ollé: Bienvenido el terror

El miedo fue el primer motor de Halo de la Luna (PEISA, 2017). Carmen Ollé recibe al intruso en su depa, que mira a un parque al sur de la urbe.

Lima es gris y Ollé, que tiene por oficio la escritura, la edición, la crítica y los talleres, ha debutado en las lides de la novela negra. Halo de la Luna sucede en una ciudad de los gallinazos. Le tomó cuatro meses de escritura este “libro de emoción oscura”.

Puede llamarse novela corta o cuento largo, pero a ella, cosas que desinteresan a Ollé, poeta, escritora, narradora. “No tengo problemas de identidad”.

Ella retoma la escritura como aplicada alumna del ciego maravilloso, Borges: nunca sale a cazar los temas, sino espera que ellos vengan.

“Es una novela bastante erótica. Donde están relacionados el deseo, la codicia”. Había leído breves cuentos de terror y le transmitieron el miedo y la estética gótica, nombra: Elizabeth Gaskell, Washington Irving, Bram Stoker, Auguste Villiers de L’Isle-Adam.

Le pido si encuentra diferencias sustanciales entre escritura masculina y femenina.

“En algunos casos, las mujeres desempeñamos diferentes roles en la sociedad y también percibimos de manera muy diferente. En alguna forma (la escritura) refleja lo que vivimos. En otros casos se ve la denuncia feminista, política. Y en casos, se trata de ser más neutral. Yo soy natural, si me sale esa actitud de protesta, debe de estar inserta dentro del texto de la historia, ni como una denuncia explícita. No me gusta la literatura de tesis, ni el panfleto, tampoco.”

Ollé no me lo contará, pero en la FIL Lima 2017 donde presentará Halo de la Luna, una universidad sacará Esta mística de relatar cosas sucias, que reúne ensayos sobre su obra. Porque ella es una voz vital de las letras peruanas, cierra la puerta aliviada que el extraño se retire.

Bonilla: Ojo en Historia
El doctor Heraclio Bonilla llega a Lima desde Bogotá, donde es profesor principal de la Universidad Nacional de Colombia hace más de cuatro lustros.

El Instituto de Estudios Peruanos ha publicado La construcción del conocimiento histórico. Errata y bricolaje de la historia, “un libro de un contenido muy complejo” editado hace tres años en el país vecino. La preocupa la escisión latente en el universo de la Historia.


“Hay una división muy extraña entre la gente que escribe libros de historia en base a documentos, pero con poca reflexión; y quienes reflexionan sobre la historia, que son filósofos pero que no han tenido ocasión de visitar los archivos. Esa escisión hace que la historia sea una historia absolutamente pedestre, sin un esfuerzo analítico más grande. Y, por otro parte, la filosofía de la historia prescinde de la realidad, de tal manera que son elucubraciones”, resume.

Porque Bonilla, coautor del ensayo clásico La independencia en el Perú: Las palabras y los hechos (1972) dice que “los dedos de una mano sobran, para contar a las personas que escriben libros de Historia y reflexionan”.

Entonces, en su ensayo, propone a los historiadores no limitarse “a construir su información sino que, al mismo tiempo, deben construir la teoría adecuada que les permita la lectura de la realidad que deben explicar […] Solo así, la Historia y los historiadores, con ella, estarán a la altura de los desafíos actuales” (Pág. 35).

Viene el bicentenario de la patria y la mirada de Heraclio Bonilla sigue cruda, desmitificadora.

“Se ha inventado una serie de fábulas, que los peruanos quisimos ser independientes desde el mismo día de la conquista, mentira. ¿Pero cómo explicar que los sectores más marginados de la sociedad colonial, los indios, los negros, se opusieran con fuerza a San Martín y Bolívar y les hicieron la guerra? En ningún momento la condición material ni social de los indios fue peor que en el siglo XIX. No necesito ser profeta, pero la gran pregunta del 2021 es ¿quisimos o no ser independientes? Es absurdo”.

Si bien considera que la capacidad intelectual de las universidades es “inexistente”, con una situación académica precaria, sin investigaciones de largo aliento, otea el horizonte: “hay que seguir trabajando en el país, requiere mucho”. 

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