Ideas para mejorar la vida
Una propuesta para crear jardines a partir de
aguas residuales y otra orientada a mejorar genéticamente la tara con el fin de
usarla en la curtiembre son proyectos universitarios premiados por la empresa
privada.
Escribe: José Vadillo Vila
Fotos: Juan Carlos Guzmán
1.
El agua que sirve para lavar las manos, los
platos, puede y debe –el imperativo lo usarían los ecologistas– tener un
segundo uso. En los pueblos jóvenes, esa agua se tira a la pista, se hace barro
y nada.
Arturo Salazar es uno de los jóvenes que
creyeron que con esas aguas residuales domésticas se podían crear jardines,
necesarios para una ciudad como Lima, tan sedienta de áreas verdes con sus
exiguos 9 milímetros de lluvia por año y con cerca del 12% de pobladores
viviendo en asentamientos humanos.
–Planteamos cambiar con productos simples el
desierto, darle un mejor aspecto, lo que produce muchos beneficios: áreas
verdes, calidad de vida, salud –cuenta Arturo, de 22 años.
La solución fue sencilla: las aguas utilizadas
en lavatorios se recolectan en un balde “cilindrín”, que cuenta con una trampa
“atrapagrasas” que permite que los residuos grasosos queden en la parte
superior y el agua, abajo.
Parece sencillo, pero lo fundamental, dice
Arturo, es que los vecinos se comprometan a cuidar el sistema de atrapagrasas y
a reutilizar el agua.
***
Villa Rica mira, desde una loma del distrito
de Ventanilla, al océano Pacífico. Es un pueblo joven que sufre los problemas
comunes de la mayoría de los asentamientos humanos que rodean a la Gran Lima:
calma su sed comprando el líquido a las cisternas.
Con 20 familias de este asentamiento humano,
Arturo y una veintena de estudiantes voluntarios de la Pontificia Universidad
Católica del Perú (PUPC) y de la Universidad de San Marcos iniciaron el año
pasado su proyecto.
–Es beneficioso, porque crea “parches
ecológicos” o “parques verdes” que absorben la humedad –y hay estudios que
respaldan lo que cuenta este estudiante de Geografía.
Primero, fue necesario elaborar un
diagnóstico, para ver lo que hacían las personas con sus aguas residuales y
conocer su interés real en contar con jardines o no.
Luego, empezaron a dictar clases a los niños
del colegio Las Casuarinas, sobre cuidado ambiental y producción de compost.
Después, sumaron a los padres y jóvenes en el tratamiento de aguas y ecología.
Todo el proceso les tomó cerca de un año,
hasta que, finalmente, en noviembre de 2013, en las áreas desérticas sembraron
plantas que no demandan de mucha agua, como las vistosas, suculentas y
buganvilias.
***
–Queremos que este proyecto se repita gracias
a la educación ambiental, que los niños se sientan identificados, que se
enfoque en los cambios de hábitos sencillos en la población, para darle un
valor a los residuos, al recurso hídrico y se fomente el uso de plantas –dice
Arturo.
Gracias al proyecto, Arturo fue uno de los
ganadores de la edición 2013 del concurso Innovadores Sociales Juveniles o
BYCI, por sus siglas en inglés, organizado por la firma Bayer.
Ahora, Arturo y otros voluntarios repetirán la
iniciativa en Villa Hermosa, asentamiento humano de Pamplona Alta, San Juan de
Miraflores. Pero ahora el enfoque es por un área verde comunal, para que el
proyecto tenga permanencia.
Para ello, cuentan con el apoyo del Servicio
de Parques de la Municipalidad de Lima, que les facilitará plantas y árboles.
2.
Las mejores horas de los últimos tres años en
la Facultad de Biología, en la Ciudad Universitaria de San Marcos, Henry
Bonilla las pasó en el laboratorio, estudiando entre pipetas y microscopios las
propiedades curtientes de la vaina de la tara o Caesalpinia spinosa.
La tara, entre sus múltiples aplicaciones,
sirve para curtir las pieles. En la actualidad, las curtiembres utilizan en su
proceso productos químicos tóxicos, inclusive cancerígenos. Un problema que ya
se presenta en ciudades como Trujillo, porque las aguas simplemente se vierten
a canales de regadío.
–Sería un cambio radical dejar de usar estos
compuestos químicos por compuestos naturales. Sería una manera más ambiental de
generar cuero –cuenta Henry.
Si bien el Perú es el principal exportador de
la tara –hay demanda en Italia, Argentina y otros países–, la producción que
sale “no está mejorada”. Las empresas solo pulverizan la tara producida en
Cajamarca, Tarma, Ayacucho, Yauyos para exportar un polvo fino.
En el laboratorio de San Marcos, los alumnos
ya trabajaban en la tara, pero Henry le puso su propio norte para desarrollar
un futuro plan de mejoramiento genético en la curtiembre; conocer el nivel
citogenético de la planta (estudio de sus 22 cromosomas y ciclo celular);
luego, trabajar sobre su caracterización morfológica (tamaño de los frutos).
Este proyecto, en el que Henry continúa
trabajando para su tesis, permitiría a los campesinos contar con semillas
mejoradas de tara y obtener altos rendimientos a los productores de cuero, sin
contaminar las aguas. La iniciativa le valió a Henry ganar un premio BYCI.
“La ciencia tiene un ritmo que mira el mediano
y largo plazo”, recuerda el profesor Alberto López, encargado del laboratorio
de Biología. Dice que pocas empresas invierten en investigación porque quieren
productos inmediatos, pero esa mirada debe cambiar, con alianzas con los
centros de enseñanza, para desarrollar la ciencia en el país y permitir que
jóvenes como Henry aporten a la sociedad.
–En el Perú, donde existe una gran
biodiversidad y hay que aprovecharla, no basta con decir que ocupamos el primer
puesto en mariposas, sino también tratar de conservarlas y, a partir de eso,
obtener un beneficio –finaliza Henry.
Un espacio para los líderes
Para su edición 2013, el BYCI Perú recibió 50
propuestas y dos de los ganadores fueron Arturo y Henry. Este año cambia de
nombre por Bayer Innovadores Sociales Juveniles, pero busca lo mismo: apoyar a
jóvenes universitarios y de carreras técnicas en sus liderazgos; que promuevan
proyectos que ayuden a mejorar, por ejemplo, la calidad de vida de las
poblaciones más vulnerables. A los ganadores se les dará un capital semilla de
12,000 nuevos soles. Los interesados pueden presentar sus trabajos hasta el 30
de setiembre. Más información en www.byci.bayer.com.