La pasión de Cristo en el Presbítero
Por vez primera, el Museo Cementerio Presbítero Matías Maestro, de Barrios Altos, presenta obra con pasajes de la pasión de Cristo.
Cristo es un fantasma descalzo y de manto albugíneo que
camina entre jirones y avenidas de la ciudad de los exánimes; una donde hay
220,000 enterrados y 766 monumentos en 20 hectáreas adyacentes al jirón Áncash.
La metáfora será perfecta: Cristo renacerá de entre los muertos.
Los gallinazos, tan feos y jorobados como el Quasimodo de la
fenecida Notre Dame, planean sobre mausoleos, pabellones y cenotafios;
completan con su sombra los dedos de las estatuas amputadas por algún brujo
para sus conjuros mefistofélicos. Escudándose tras un crismón, observarán las
escenas; a la par, un búho de canto áspero erizará la piel de los presentes
trayendo el recuerdo de los ausentes. Así deben de vibrar las cuerdas vocales
de la muerte.
El huerto de Getsemaní se ubica entre los cuarteles San
Carlos y Santa Eulalia. Bajo un árbol solitario, el hombre que daba mensajes en
forma de parábolas orará y recriminará a Dios por el porqué del sacrificio –sí,
hasta el Hijo de Dios teme al manto de la muerte. Luego, los sayones llegarán
para capturarlo.
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Los zopilotes posan sus garras en las cumbres de la Cripta
de los Héroes –puerta 3 del camposanto–, la luna en cuarto menguante ilumina
débilmente este escenario sobre las nubes del final de la tarde.
Entre las cuatro columnas romanas del mausoleo de la familia
Grace, Pilatos juzgará al que llaman “el Mesías”. En escena, un soldado romano
flagela al Nazareno; el prefecto de Judea se ha lavado las manos mientras la
masa infame reclama: “¡Crucifícalo!”. Y todo estará consumado.
Sobre la cenefa de ese sepulcro familiar, un reloj de arena
con alas recordará que el tiempo corre y solo espera la vida eterna o la nada
–dependiendo de las creencias.
En el Museo de Sitio del Presbítero Matías Maestro está la
muestra temporal Símbolos y alegorías funerarias. El curador Luis Repetto
recuerda que “los símbolos y alegorías funerarias indican a los integrantes del
grupo al que pertenecen ideas y sentimientos vinculados con la muerte, pero no
todos sobreviven al paso del tiempo, algunos se adaptan y transforman, otros
quedan silentes”.
Son parte de estas alegorías las coronas de porcelana y
hojalata policromada que a inicios del XX acompañaban las pompas fúnebres; o
las cruces metálicas revestidas de mostacillas. Además de ángeles, otra
simbología constante son las hadas de alas de mariposa y las hiedras, una
metáfora de la eternidad.
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Cristo (el actor Gabriel Zambrano) se ha arrodillado con el
ceño cansado para tomar un descanso en su papel del hombre más popular desde
hace dos mil años.
Más allá, Canduca Figueroa ordena los últimos detalles de
vestuario y el guion con los demás actores. Desde hace un quinquenio su grupo
teatral, Lima Horror Story, asume montajes temáticos nocturnos en el Presbítero
Maestro, como historias de feminicidios o amores imposibles, aprovechando que
los personajes reposan aquí, pero es la primera vez que se atreven a realizar
una versión de los últimos días de la vida de Cristo.
El norte de estas recreaciones es poner en valor el
patrimonio cultural de nuestro museo-cementerio, inaugurado en mayo de 1808
bajo el nombre de Cementerio General y rebautizado en 1923 como Presbítero
Matías Maestro. Hay un público fiel que gusta de sus recorridos crepusculares,
desde que empezaron en el 2005, entonces con lámparas y antorchas; hoy con
smartphones, para mayor comodidad de los visitantes.
Las fotografías que salvaguarda el Presbítero Maestro
recuerdan que hasta mediados del siglo pasado la relación con la muerte era
distinta: la gente vestía sus mejores trajes e iba inclusive cada domingo al
cementerio, para no solo visitar a sus difuntos, sino que también para aprovechar
las bancas y charlar de temas diversos, envuelta entre los aromas de las flores
que marchitan y el cemento fresco de las tumbas recién estrenadas.
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En la puerta 4 se ubica el Cristo Yacente y la tumba de
Matías Maestro, hacedor del camposanto. De ahí parte la famosa avenida de la
muerte. Alguien ha encendido las luces humildes que abrigan al monumento
central. María Magdalena, la Virgen María y algunos cercanos han llegado hasta
la tumba donde lloran con el cuerpo del “rey de los judíos” en sus brazos.
Será en este mismo escenario de mármol que Cristo resucitará
ante sus seguidores y el público que esta noche y la de mañana venga con sus
teléfonos celulares para alumbrarse y tomarse un selfie mientras pasean por
este valle marfileo en busca del Hijo de Dios o de los héroes, políticos,
científicos y artistas famosos que están alojados en la eternidad, entre el río
Rímac y el jirón Áncash. Observamos sobre un sepulcro una serpiente mordiéndose
la cola. Es la señal de principio, fin y regeneración. Amén.
(*) Publicado el 19 de abril de 2019, en el Diario Oficial
El Peruano.