La vigencia de la soledad


Hace medio siglo, Cien años de soledad salió a la venta. Con su universo de realismo mágico, marcó la presencia de América Latina y a su autor, Gabriel García Márquez, en el concierto universal de las Letras. (*)
Escribe: José Vadillo Vila
Entonces –el 30 de mayo de 1967–, el gigante despertó. Cien años de soledad, ese magma novelesco donde los José ‘Arcadios’ y ‘Aurelianos’ Buendía se confunden en una realidad desbordante que tiene por epicentro una epifanía llamada Macondo, salía de imprenta por vez primera de los talleres gráficos de la Compañía Impresora Argentina, en Buenos Aires.

Generaciones de lectores latinoamericanos nos formamos bajo el embrujo de su verbo y podemos recitar casi de memoria el arranque de esta novela total, que encierra un mundo completo:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

La primera edición de la novela vio la luz bajo la editorial argentina Sudamericana. 

Su autor, el entonces ignoto colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), se convertiría primero en Gabo y luego en el Premio Nobel de Literatura 1982.

A Gabo, quien ya había publicado tres novelas y un libro de cuentos, no le falló la intuición caribeña y de creador de mundos. Comprobó que había escrito una novela fabulosa cuando, tres meses después, llegó con su esposa, Mercedes Barcha, a Buenos Aires como parte de un jurado literario: lo reconocieron y aplaudieron en calles y teatros. Tomás Eloy Martínez, otro periodista y escritor como GGM, fue testigo de los hechos.

El legado

Es tan colosal y potente Cien años de soledad que las siguientes generaciones de narradores, primero, trataron de imitarla hasta el hartazgo, convirtiendo a las novelas de realismo mágico en casi sinónimo de lo latinoamericano en la narrativa.

Luego, para ser narrador latinoamericano había que marcar distancia de ella. Se dieron gestos parricidas, denostándola en actos públicos literarios, digo congresos, seminarios y revistas literarias.

En esta corriente, a inicios de los noventa se publicó McOndo, que jugaba con la homofonía del mundo de los Buendía, y daba a entender los intereses y el contexto donde se preñaban los autores pos caída del muro de Berlín.

Cosa de gigantes

Pero una obra maestra es imperecedera. Es legado para las nuevas generaciones. Por ello, Cien años de soledad es nuestro Quijote de la Mancha, de esta frondosa parte de Iberoamérica.

Porque solo de las obras maestras se estudian sus procesos y consecuencias. Millones de lectores conocen hasta detalles de la creación de la novela: que fue escrita en México durante 18 meses, en tales apuros económicos que Gabo y su esposa tuvieron que enviar la novela al editor Francisco Porrúa en dos partes.

Porque esa genialidad del manejo del lenguaje, de las imágenes, de los personajes, la hicieron símbolo de esos años de sueños por un mundo mejor. Es su contexto. 

Curiosidad vigente

La curiosidad por esta novela y su creador no ha menguado. A inicios de los setenta intelectuales como el peruano Mario Vargas Llosa o el crítico uruguayo Ángel Rama escribían sobre el narrador colombiano (el primero escribió García Márquez: Historia de un deicidio, y del segundo se publicó póstumamente García Márquez: edificación de un arte nacional y popular).

La voluminosa García Márquez: El viaje a la semilla, biografía elaborada por Dasso Saldívar, se ha publicado en 11 idiomas. Otro compatriota de GGM, Óscar Pantoja, ha publicado la novela gráfica Gabo. Memorias de una vida mágica, la cual, desde el 2012, ha sido traducida a 17 idiomas, y se centra en el proceso creativo de Cien años de soledad, una obra vigente.

Opiniones
"Cien años de soledad es autosuficiente porque agota un mundo. La realidad que describe tiene principio y fin, y al relatar esa historia completa la ficción abraza toda la anchura de ese mundo, todos los planos o niveles en los cuales esa historia sucede y repercute".— Mario Vargas Llosa

"He leído el Quijote americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas".— Carlos Fuentes

"El tiempo de Macondo corre precipitado, hace trampas al calendario y de pronto se estanca permitiendo que quien entra en ese ámbito pueda recordar una visión corpórea que tuvo mucho antes de nacer. Dicho de otro modo, la barrera entre lo real y lo maravilloso se produce en todas las dimensiones de lo narrado".— Víctor García de la Concha

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