Independencia bajo la lupa




Escribe: José Vadillo Vila

“Que la ignorancia no se cambie por otra ignorancia”, reclama el historiador Heraclio Bonilla cuando habla de los estudios sobre la independencia del Perú, nuestro génesis como Estado-nación, hace casi 200 años.

El Peruano lo buscó en su breve visita por Lima, por la reedición de La independencia en el Perú: las palabras y los hechos, el ensayo que escribió a cuatro manos con Karen Spalding y que forma parte del libro Metáfora y realidad de la independencia en el Perú (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2016).

Cambio en la historiografía

El estudio, publicado originalmente hace 45 años “bajo presión y exigencia de José Matos Mar [entonces director del IEP]”, significó un cambio en la historiografía sobre el proceso de la independencia del Perú. El libro fue denostado porque se resumía en la idea de “la independencia concedida” y salió de los ambientes académicos para instalarse en el debate en el foro público. Personajes como Martha Hildebrandt y Javier Diez Canseco coincidieron en defender el trabajo.

Han pasado cuatro décadas y el doctor Bonilla, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, mantiene las cuatro propuestas de la tesis inicial: que la independencia del Perú 1) no hubiera sido posible sin la intervención de José de San Martín y Simón Bolívar; 2) no fue resultado de un “consenso social”, de ningún mestizaje; 3) no se erradicó las raíces del ordenamiento colonial; y, 4) no tenía nada que ver con que si queríamos o no separarnos de España.

–¿Cuál es el mito que nos vendieron sobre la independencia? 

–Que fue el resultado de un consenso entre peruanos. Para demostrarlo, nos propusieron una galería interminable de próceres. Al parecer, incluso desde que llegó Francisco Pizarro los peruanos querían ser independientes. Pero ¿por qué no se produjo? El mejor garante de la estabilidad colonial fue Túpac Amaru II: con él [los españoles] se dieron cuenta de lo enormemente peligroso que implicaba la movilización independiente de la población indígena. Además, él nunca tuvo un programa que afectara el mundo de la vinculación colonial. Dijo: “¡Viva el rey y abajo el mal gobierno!”.

Vigencia en el tiempo

Para la historiadora Carlota Casalino, de la PUCP, 45 años después la lectura del libro de Bonilla “continúa vigente”. “El capítulo La independencia en el Perú… significó un quiebre con la historiografía. Los demás capítulos trataron de mostrar la densidad de ese período, su significado e identificar esos puntos oscuros para seguir investigando”.

Por su parte, Cristóbal Aljovín, docente de la UNMSM, recuerda el carácter “extremadamente polémico y combativo” del autor, con textos provocadores. La independencia en el Perú… es un texto en el que se están peleando la representación del pasado, el presente y el futuro del país”.

Mosaico cultural

Bonilla apoya su hipótesis de “independencia concedida” en las actitudes políticas: frente a las disidencias de Caracas y Buenos Aires, el Perú, México y Cuba se mantuvieron leales.

–Usted recuerda que la sociedad colonial era de “un extraordinario mosaico cultural”.

–Falta todavía por conocer acerca de la composición interna de la sociedad colonial. De tal manera que confundirlos bajo un solo rótulo es poco recomendable. Hubo indios de todo tipo: originarios, forasteros, de haciendas, de comunidades, pequeños propietarios independientes, de ciudades, pequeños comerciantes. Y la conducta política de cada uno de ellos fue absolutamente distinta. Esto se puede aplicar a otros estamentos de la sociedad colonial.

Idiosincrasias distintas

Así, explica, quienes combatieron a Túpac Amaru, las rebeliones de Huánuco y Cusco (1812 y 1814) fueron los indígenas. “Y en el colmo de la paradoja, dos años después de la batalla de Ayacucho (1924), los indios de Iquichar, se levantan y piden el retorno del rey Fernando VII. En Pasto, Colombia, hicieron lo mismo. Significa que la población indígena no estaba convencida: la independencia no era algo bueno para ellos. Su condición estuvo mejor protegida en el sistema colonial”, dice el autor.

–Esa diversidad poblacional que habitaba en el país al momento de la independencia, ¿cómo tomarla hoy?

–¡Es nuestra mayor riqueza! Un país diverso, constituido por distintos segmentos étnicos, ¡qué extraordinario! Entonces es completamente absurdo lamentarse de esa diversidad. En ese sentido, las políticas plurinacionales, los estados multiétnicos son muy buenos, el Estado debiera diseñar un conjunto de políticas que permitieran la eclosión y la confirmación de esa diversidad y no su aplastamiento en nombre de una unidad.

–¿Cuál es su mirada sobre Simón Bolívar, un personaje lleno de contradicciones?

–A medida que avanzaba, Bolívar se daba cuenta de que había una disonancia entre lo que él quería y lo que había. En negación de sus propias convicciones separa Charcas del Perú. En contraste con sus convicciones, Bolívar establece una dictadura y Constitución vitalicia. Él, que había sido educado en lo mejor del pensamiento europeo, en sus cartas dice que estas cosas no funcionan. Necesitamos un Ejecutivo fuerte, una Cámara de Senadores vitalicia, porque es la única forma de controlar las veleidades de estas naciones nuevas.

–¿Cuáles serían nuestros desafíos hacia 2021?

–Nuestro desafío debe ser empezar a estudiar el proceso nuestro y el de América Latina de manera integral y a partir de nuestra propia experiencia. Otro punto es trabajar el proceso de la independencia, reflexionando sobre la identidad peruana. En el plano de la historia, debemos buscar las coordenadas de una teoría sobre el sistema colonial. Debemos utilizar el bicentenario para conocernos, preguntarnos cada vez más y mejor, ¿por qué la promesa traída por San Martín y Bolívar no se cumplió?, ¿qué pasó?, ¿qué se opuso? Para eso sirve la historia. Que nos frustrara una vez, es un problema, pero que la historia de la República sea una repetición permanente de problemas requiere explicación.

–¿Cómo deberíamos tomar el 28 de julio del 2021?

–El bicentenario para indios y negros será un día de duelo. Pero si tomásemos la efeméride como pretexto para seguir conociendo y pensando, bien.

–¿Le preocupa lo que digan los textos escolares hacia el bicentenario?

–Hay un atraso entre lo que la investigación produce y lo que los textos [escolares] difunden. Lo bueno sería que quienes escriben los libros para la secundaria estuvieran informados de las nuevas investigaciones. Pero lo que más me preocupa es lo que evidencian las encuestas: es nula la población escolar en capacidad de leer y comprender. No razona, repite. Los déficits que tenemos son brutales.







Nuevas miradas

“Los libros de historia actuales ya no se plantean si la independencia del Perú fue ‘concedida’ o ‘concebida’. Ese debate acabó en la historiografía profesional, pero no en el debate público. La historiografía contemporánea recupera mucho de la historiografía liberal –de lo que escribió Porras Barrenechea, Macera y otros– y están en retroceso los discursos nacionalistas. Los textos de Bonilla están muy bien escritos. Eso es útil. Es grato leerlo e incentiva seguir estudiando la independencia y cuestionarla. Ahora los debates parten de ver los procesos políticos, cómo cambian el lenguaje, cómo participan los actores sociales”, dice Álex Loayza Pérez, quien ha editado La Independencia peruana como representación. Historiografía, conmemoración y escultura pública (IEP, 2016), en el que reúne trabajos de 10 investigadores.

(*) Publicado el martes 6 de diciembre de 2016 en el Diario Oficial El Peruano 

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